PROTOCOLO SECRETO DE LAS PROFECÍAS JUAN DE
JERUSALÉN Gracias, RAM-SU!!!
SÁBADO, 12 DE NOVIEMBRE DE 2016
Por Víctor Manuel Jara
Juan de Jerusalén nació cerca de Vezelay,
Francia, alrededor de los años 1040 o 1042. Fue uno de los fundadores de la
Orden de los Caballeros del Temple, o Templarios, en 1118. Murió poco después,
en el año 1119 o 1120, a la edad de 77 años.
Su libro de profecías, o más propiamente
dicho el PROTOCOLO SECRETO DE LAS PROFECÍAS, habría sido conocido por
Nostradamus, a quien sirvió de inspiración y guía para sus propias visiones
proféticas.
Un manuscrito descubierto en Zagorsk, cerca
de Moscú, y que data del siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de prudente
entre los prudentes, santo entre los santos y que sabía leer y escuchar el
cielo. También señala que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para
rezar y meditar, y que estaba en la frontera entre la Tierra y el cielo.
Durante su estancia en Jerusalén, en el año
1099, pudo mantener encuentros con rabinos, sabios musulmanes, iniciados,
místicos y cabalistas, prácticos en las artes adivinatorias, astrológicas y
numerológicas.
Estas profecías estuvieron ocultas durante
muchos años, hasta que en el transcurso de la 2da Guerra Mundial, en 1941,
fueron halladas por la S.S. en una sinagoga de Varsovia: Luego de la caída de
la Alemania nazi, desaparecieron nuevamente, hasta que fueron descubiertas en
años recientes en los archivos secretos de la K.G .B. soviética, según afirman
algunos investigadores.
Las profecías parecen escritas
específicamente para este fin de milenio, como si este fuera el tiempo en que
deben darse a conocer. Todas ellas comienzan con la frase: Cuando empiece el
año mil que sigue al año mil. A pesar de su descarnada crudeza, sobre todo las
relativas al SIDA y la contaminación ambiental, son de una gran belleza
poética, lo cual las hace diferentes a otros textos proféticos.
Nota. También enuncia lo acontecido a las
Torres Gemelas y muchos otros hechos ya acontecidos. Nos queda observar que
solo falta regresar a la luz.
LAS PROFECÍAS TEMPLARIAS DE LOS ÚLTIMOS
DÍAS
Mis ojos descubren en el cielo lo que será,
y atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni
conocéis. Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los
cruzados de Cristo. La arena habrá enterrado bajo sus granos las murallas de
nuestros castillos, nuestras armaduras y nuestros huesos. Habrá sofocado
nuestras voces y nuestras plegarias.
Los cristianos venidos de lejos en
peregrinación, allí donde estaban sus derechos y su ley, no osarán acercarse al
sepulcro y a las reliquias, si no SON escoltados por los caballeros judíos, que
tendrán aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la cruz, su Reino y su
Templo.
Los infieles serán una multitud innumerable
que se extenderá por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín
al otro de la tierra. Veo la inmensidad de la tierra. Continentes que Herodoto
no nombró sino en sueños se añadirán más allá de los grandes bosques de los que
habla Tácito y en el lejano final de mares ilimitados que empiezan después de
las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en
que vivimos, y los fondos de todo el mundo se abran en grandes reinos y vastos
imperios. Guerras tan numerosas como las mallas de la cota que llevan los
caballeros de la orden se entrelazarán, desharán los reinos y los imperios y tejerán
otros. Y los siervos, los villanos, los pobres sin hogar se sublevaran mil
veces, harán arder las cosechas, los castillos y las villas, hasta que se les
queme vivos y se obligue a los supervivientes a volver a sus cubiles, Se habrán
creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre habrá
conquistado el fondo de los mares y de los cielos, y será como una estrella en
el firmamento. Habrá adquirido el poder del sol y se creerá dios, construyendo
sobre la inmensidad de la tierra mil torres de babel. Habrá edificado muros
sobre las ruinas de los que levantaron los emperadores de Roma y estos
separarán una vez más las legiones de las tribus bárbaras.
Más allá de los grandes bosques habrá un
imperio. Cuando caigan los muros, el imperio no será más que agua cenagosa. Las
gentes se mezclarán una vez más.
Entonces empezara el año mil que sigue al
año mil. **
Veo y conozco lo que escribió hace mil años
Juan de Jerusalén
Veo y conozco lo que será. Soy el escriba.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro. Y al
fondo de esa noche en la que va a internarse, veo los ojos del Minotauro.
Guárdate de su furor cruel, tú que vivirás en el año mil que sigue al año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el oro estará en la sangre. El que
contemple el cielo contará denarios, el que entre en el templo encontrará
mercaderes, los mandatarios serán cambistas y usureros, la espada defenderá la
serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y
Gomorra, y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente, ellos
alcanzaran los viejos estandartes.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre habrá poblado los cielos y
la tierra y los mares con sus criaturas; mandará, pretenderá los poderes de
Dios, no conocerá límite. Pero todas las cosas se sublevarán; titubeará como un
rey borracho, galopará como un caballero ciego y a golpes de espuela internará a
su montura en el bosque; al final del camino estará el abismo.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, se erigirán torres de Babel en todos
los puntos de la tierra, en Roma y en Bizancio; los campos se vaciarán, no
habrá más ley que mirar por uno mismo y por los propios. Pero los bárbaros
estarán en la ciudad; ya no habrá pan para todos y los juegos no serán
suficientes, entonces, las gentes sin futuro provocarán grandes incendios.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hambre oprimirá el vientre
de tantos hombres y el frio aterirá tantas manos, que estos querrán ver otro
mundo y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno. Pero éste
destruirá los cuerpos y pudrirá las almas, y aquellos que hayan mezclado el
veneno con su sangre serán como bestias salvajes cogidas en una trampa, y
matarán y violarán y despojarán y robarán, y la vida será un Apocalipsis
cotidiano.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil,
todos intentarán disfrutar tanto como puedan; el hombre repudiará a su
esposa tantas veces como se case y la mujer irá por los caminos umbríos tomando
al que le plazca, dando a luz sin poner el nombre del padre. Pero ningún
maestro guiará al niño y cada uno estará solo entre los demás; la tradición se
perderá, la ley será olvidada como si no se hubiera anunciado y el hombre
volverá a ser salvaje.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el padre
buscará el placer en su hija, el hombre en el hombre, la mujer en la mujer, el
viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos. Pero la sangre se
hará impura, el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las
podredumbres de la tierra, los rostros serán consumidos, los miembros,
descarnados; el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan
solo por la carne.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, aquel que hable de
promesas y de ley no será oído, el que predique la fe de Cristo perderá su voz
en el desierto. Pero por todas partes se extenderán las aguas poderosas de las
religiones infieles, falsos mesías reunirán a los hombres ciegos. Y el infiel
armado será como nunca había sido, hablará de justicia y de derecho, y su fe
será de sangre y fuego; se vengará de la cruzada.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el fragor de la
muerte provocada avanzará como la tormenta sobre la tierra; los bárbaros se
mezclaran con los soldados de las últimas legiones, los infieles vivirán en el
corazón de las ciudades santas, todos serán, por turnos, bárbaros, infieles y
salvajes. No habrá órdenes ni normas; el odio se extenderá como la llama en el
bosque seco, los bárbaros masacrarán a los soldados, los infieles degollarán a
los creyentes, el salvajismo será cosa de cada uno y de todos, y las ciudades
morirán.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los hombres se juzgarán entre ellos
según sean su sangre y su fe; nadie escuchará el corazón sufriente de los
niños, se les echará del nido como los pájaros a sus crías, y nadie podrá
protegerlos de la mano armada con guantelete. El odio inundará las tierras que
se creían pacificadas. Y nadie se librará, ni los viejos ni los heridos, las
casas serán destruidas o robadas, los unos se apoderarán del lugar de los
otros, todos cerrarán los ojos para no ver a las mujeres violadas.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, todos sabrán lo que ocurre en todos
los lugares de la tierra: se verá al niño cuyos huesos están marcados en la
piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas, Y al que se da caza como a las
ratas. Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino
de sí mismo, dará un puñado de granos como limosna, mientras que él dormirá
sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano recogerá con la otra.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre comerciará con todo; todas
las cosas tendrán precio, el árbol, el agua y el animal, nada más será
realmente dado y todo será vendido. Pero el hombre entonces no valdrá más que
su peso en carne, se comerciará con su cuerpo como los canales de ganado,
tomarán su ojo y su corazón, nada será sagrado, ni su vida ni su alma, se
disputarán sus despojos y su sangre como si se tratara de una carroña.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre habrá cambiado la faz de
la tierra; se proclamará el señor y el soberano de los bosques y de las
manadas, habrá surcado el sol y el cielo y trazará caminos en los ríos y en los
mares. Pero la tierra estará desnuda y será estéril, el aire quemará y el agua
será fétida, la vida se marchitara porque el hombre agotará las riquezas del
mundo. Y el hombre estará solo como un lobo en el odio de sí mismo.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los niños también serán vendidos;
algunos se servirán de ellos como de muñecos para disfrutar de su piel joven,
otros los tratarán como a animales serviles. Se olvidará la debilidad sagrada
del niño y su ministerio; será como un potro que se doma, como un cordero que
se sangra, que se sacrifica. Y el hombre no será más que barbarie.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, la mirada y el espíritu de los
hombres serán prisioneros; estarán ebrios y no lo sabrán, tomarán las imágenes
y los reflejos por la verdad del mundo, se hará con ellos lo que se hace con un
cordero. Entonces vendrán los carniceros, los rapaces los agruparán en rebaños
para guiarlos hacia el abismo y levantar a los unos contra los otros, se les
matará para tomar su lana y su piel y el hombre que sobreviva será despojado de
su alma.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, reinarán los soberanos sin fe;
mandarán sobre multitudes humanas inocentes y pasivas, esconderán sus rostros y
guardarán en secreto su nombre y sus fortalezas estarán perdidas en los
bosques. Pero ellos decidirán la suerte de todo y de todos, nadie participará
en las asambleas de su orden, todos serán siervos pero se creerán hombres
libres y caballeros, solo se levantarán los de las ciudades salvajes y las
creencias heréticas, pero también serán vencidos y quemados vivos.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los hombres serán tan numerosos
sobre la tierra que parecerán un hormiguero en el que alguien clavará un
bastón, se moverán inquietos y la muerte los aplastará con el talón como a
insectos enloquecidos. Grandes movimientos los enfrentarán unos contra otros,
las pieles oscuras se mezclarán con las pieles blancas, la fe de Cristo con la
del infiel, algunos predicarán la paz concertada pero por todo el mundo habrá
guerras de tribus enemigas.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los hombres querrán franquear las
murallas; la madre tendrá el pelo gris de una vieja, el camino de la naturaleza
será abandonado y las familias serán como granos separados que nada puede unir.
Sera, pues, otro mundo; todos errarán sin vínculos, como los caballos
desbocados corriendo en todas direcciones sin guía, desgraciado del caballero
que cabalgue esa montura, carecerá de estribos y se precipitará en la zanja.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los hombres no confiarán en la ley de
Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura, querrán elegir a sus
hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen. Pero,
¿qué será de estos hombres que se creen Dios? Los poderosos se apropiarán de
las mejores tierras y las mujeres más bellas, los pobres y los débiles serán
ganado, los poblachos se convertirán en plazas fuertes, el miedo invadirá los
corazones como un veneno.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, habrá surgido un orden negro y
secreto; su ley será el odio y su arma, el veneno, deseará siempre más oro y se
extenderá su reino por toda la tierra, y sus servidores estarán unidos entre
ellos por un beso de sangre. Los hombres justos y los débiles acatarán su
regla. Los poderosos se pondrán a sus servicios. La única ley será la que dicte
en las sombras, venderá el veneno aun dentro de las iglesias. Y el mundo
avanzará con ese escorpión bajo el pie.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, muchos hombres permanecerán sentados
con los brazos cruzados, se irán sin saber adónde, con los ojos vacíos, pues no
tendrán forja en la que batir el metal, ni campo que cultivar. Serán como la
simiente que no puede echar raíces. Errantes y empobrecidos, los más jóvenes y
los más viejos, a menudo sin hogar. Su única salvación será la guerra y
combatirán entre ellos, y odiaran su vida.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, las enfermedades del agua, del cielo
y de la tierra atacaran al hombre y le amenazarán; querrá hacer nacer lo que ha
destruido y proteger su entorno, tendrá miedo de los días futuros. Pero será
demasiado tarde, el desierto devorará la tierra y el agua será cada vez más
profunda, y algunos días se desbordará, llevándose todo por delante como un
diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los
cuerpos más débiles.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, la tierra temblará en muchos lugares
y las ciudades se hundirán; todo lo que se haya construido sin escuchar a los
sabios será amenazado y destruido, el lodo hundirá los pueblos y el suelo se
abrirá bajo los palacios. El hombre se obstinará porque el orgullo es su
locura, no escuchará las advertencias repetidas de la tierra, pero el incendio
destruirá la nueva Roma y, entre los escombros acumulados, los pobres y los
bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas abandonadas.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el sol quemará la tierra, el aire ya
no será velo que protege del fuego. No será más que una cortina agujereada y la
luz ardiente consumirá las pieles y los ojos. El mar se alzará como agua
enfurecida, las ciudades y las riberas quedarán inundadas y continentes enteros
desaparecerán, los hombres se refugiarán en las alturas y olvidando lo
ocurrido, iniciarán la reconstrucción.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los hombres sabrán hacer realidad los
espejismos; los sentidos serán engañados y creerán tocar lo que no existe,
seguirán caminos que solo los ojos verán y el sueño podrá hacerse realidad.
Pero el hombre ya no sabrá distinguir entre lo que es y lo que no es. Se
perderá en falsos laberintos, los que consigan dar vida a los espejismos se
burlarán del hombre pueril, engañándole. Y muchos hombres se convertirán en
perros rastreros.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, los animales que Noé embarcó en su
arca no serán, entre las manos del hombre, más que bestias transformadas según
su voluntad; y, ¿ quién se preocupará de su sufrimiento vital ? El hombre habrá
hecho de cada animal lo que habrá querido. Y habrá destruido numerosas
especies. ¿En qué se habrá convertido el hombre que haya cambiado las leyes de
la vida, que haya hecho del animal vivo pella de arcilla? ¿Será el igual de
Dios o el hijo del diablo?
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, se deberá temer por ser hijo del
hombre; el veneno y la desesperación le acecharán, no se le habrá deseado más
que por uno mismo, no por él o por el mundo, será acosado por el placer y a
veces venderá su cuerpo. Pero incluso el que sea protegido por los suyos estará
en peligro de tener el espíritu muerto, vivirá en el juego y en el espejismo.
¿Quién le guiará cuando no tenga maestros? Nadie le habrá enseñado a esperar y
a actuar.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre se creerá Dios, aunque no
habrá progresado nada desde su nacimiento. Atacará vencido por la ira y por los
celos. Y su brazo estará armado con el poder del que se habrá adueñado;
Prometeo cegado podrá destruirlo todo a su alrededor. Sera un enano de alma y tendrá
la fuerza de un gigante; avanzará a pasos inmensos pero no sabrá qué camino
tomar. Su cabeza estará cargada de saber pero ya no sabrá por qué vive o por
qué muere, será como siempre, el loco que gesticula o el niño que gime.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, regiones enteras serán botines de
guerra. Más allá de los límites romanos e incluso en el antiguo territorio del
imperio, los hombres de las mismas ciudades se degollarán, aquí habrá guerra
entre tribus y allá, entre creyentes. Los judíos y los hijos de Alá no dejarán
de enfrentarse y la tierra de Cristo será su campo de batalla, pero los fieles
querrán defender en todo el mundo la pureza de su fe y ante ellos no habrá más
que duda y poder, entonces la muerte avanzará por todo el mundo como estandarte
de los tiempos nuevos.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, multitudes de hombres serán excluidos
de la vida humana; no tendrán derechos, ni techo, ni pan, estarán desnudos y no
tendrán más que su cuerpo para vender, se le expulsará lejos de la torre de
Babel de la opulencia. Se agitarán como un remordimiento o una amenaza,
ocuparán regiones enteras y proliferarán, escucharán las prédicas de la
venganza y se lanzarán al asalto de las torres orgullosas, habrá llegado el tiempo
de las invasiones bárbaras.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, el hombre habrá entrado en el
laberinto oscuro; tendrá miedo y cerrará los ojos, pues ya no sabrá ver,
desconfiará de todo y temerá a cada paso, pero será empujado hacia delante y no
le será permitido detenerse. La voz de Casandra será, sin embargo, potente y
clara. Pero él no la oirá pues querrá poseer más cada día y su cabeza se habrá
perdido en las fantasías, los que serán sus maestros le engañarán y no tendrá
más que malos consejeros.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, los hombres por fin
habrán abierto sus ojos; ya no estarán encerrados en sus cabezas o en sus
ciudades, se verán y se oirán de un lado a otro de la tierra, sabrán que lo que
golpea a uno hiere al otro. Los hombres formaran un cuerpo único del que cada
uno será una parte ínfima, y juntos construirán el corazón, y habrá una lengua
que será hablada por todos y nacerá así, por fin, el gran humano.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre habrá
conquistado el cielo; creara estrellas en el gran mar azul sombrío y navegará
en esa nave brillante, nuevo Ulises, compañero del sol, hacia la odisea
celeste. Pero también será el soberano del agua; habrá construido grandes
ciudades náuticas, que se nutrirán de las cosechas del mar, vivirá así en todos
los rincones del gran dominio y nada le será prohibido.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, los hombres podrán
penetrar en las profundidades de las aguas; su cuerpo será nuevo y ellos serán
peces, y algunos volarán más alto que los pájaros como si la piedra no cayera.
Se comunicarán entre ellos pues su espíritu estará tan abierto que recogerá
todos los mensajes, y los sueños serán compartidos y vivirán tanto tiempo como
el más viejo de los hombres, aquel del que hablan los libros sagrados.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre conocerá el
espíritu de todas las cosas, la piedra o el agua, el cuerpo del animal o la
mirada del otro; habrá penetrado los secretos que los dioses antiguos poseían y
empujará una puerta tras otra en el laberinto de la vida nueva. Creará con la
fuerza con que brota una fuente; enseñará el saber a la multitud de los
hombres, y los niños conocerán la tierra y el cielo mejor que nadie antes que
ellos. Y el cuerpo del hombre será más grande y más hábil. Y su espíritu habrá
abarcado todas las cosas y las habrá poseído.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre ya no será el
único soberano, pues la mujer empuñará el cetro; será la gran maestra de los
tiempos futuros y lo que piense lo impondrá a los hombres; será la madre de ese
año mil que sigue al año mil. Difundirá la dulzura tierna de la madre tras los
días del diablo, será la belleza después de la fealdad de los tiempos bárbaros,
el año mil que viene después del año mil cambiara en poco tiempo, se amará y se
compartirá, se soñará y se dará vida a los sueños.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre conocerá un
segundo nacimiento; el espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en
fraternidad, entonces se anunciará el fin de los tiempos bárbaros. Será el
tiempo de un nuevo vigor de la fe, después de los días negros del inicio del
año mil que viene después del año mil, empezarán los días felices, el hombre
reconocerá el camino de los hombres y la tierra será ordenada.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, los caminos irán de una
punta de la tierra y del cielo a la otra; los bosques serán de nuevo frondosos
y los desiertos habrán sido irrigados, las aguas habrán vuelto a ser puras. La
tierra será un jardín, el hombre velará sobre todo lo que vive, purificará lo
que ha contaminado, así sentirá que toda esta tierra es su hogar, y será sabio
y pensará en el mañana.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, todos serán como
movimientos ordenados, se sabrá todo del mundo y del propio cuerpo; se soñará
con la enfermedad antes de que aparezca, todos se curarán a sí mismos y a los
demás. Se habrá entendido que es necesario ayudar para mantenerse, y el hombre,
después de los tiempos de cerrazón y de avaricia, abrirá su corazón y su bolsa
a los más desposeídos, se sentirá caballero de la orden humana y así por fin un
tiempo nuevo empezará.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre habrá
aprendido a dar y compartir; los días amargos de la soledad habrán pasado,
creerá de nuevo en el espíritu, y los bárbaros habrán adquirido el derecho de
ciudadanía. Pero eso vendrá después de las guerras y los incendios, eso surgirá
de los escombros ennegrecidos de las torres de Babel. Y habrá sido necesario el
puño de hierro para que se ordene el desorden. Y para que el hombre encuentre
el buen camino.
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, el hombre sabrá que todos
los seres vivos son portadores de luz y que son criaturas que deben ser
respetadas; habrá construido las ciudades nuevas en el cielo, sobre la tierra y
sobre el mar. Conservará en la memoria lo que fue y sabrá leer lo que será. Ya
no tendrá miedo de su propia muerte, pues en su vida habrá vivido muchas vidas
y sabrá que la luz nunca se apagará.
**
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, es el año 2000
Llegados plenamente al año mil que
sigue al año mil, es el año 2012
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