Quang, el Buda
dijo una vez que el problema de la vida y la muerte es en sí mismo el problema
de la atención mental. Si uno está o no vivo depende de si está o no atento. En
el Samyuttaka Nikaya Sutra (47.20) nos cuenta la historia que ocurrió en un
pueblo:
Al pueblo
acababa de llegar una famosa bailarina, la gente se agolpaba en las calles para
verla. En ese momento, un criminal convicto era obligado a cruzar el pueblo
llevando un cuenco lleno de aceite hasta el mismo borde. Debía concentrarse al
máximo en mantener el cuenco estable porque si una sola gota de aceite saltaba
al suelo, el soldado que andaba detrás de él tenía órdenes de desenvainar su
espada y cortarle la cabeza.
Habiendo
llegado a este punto de la historia Gautama preguntó: “Ahora, hermanos, ¿creéis
que nuestro prisionero fue capaz de mantener toda su atención tan enfocada al
cuenco de aceite que su mente no se distrajo en echar un rápido vistazo a la
famosa bailarina, o levantó los ojos hacia el tropel de gente que armaba tal
conmoción en las calles, cualquiera de los cuales podía chocar con él en
cualquier momento?
En otra
ocasión el Buda contó la siguiente historia (que me hizo ver la suprema
importancia de practicar la atención mental por uno mismo, esto es, protegerse
y cuidarse a sí mismo, sin preocuparse de la manera en la que los demás lo
hagan para ellos, que es un hábito mental que produce resentimiento y
ansiedad): el Buda dijo:
“Había una vez
una pareja de acróbatas, el maestro era un pobre viudo y el aprendiz una niña;
ambos actuaban en la calle para ganarse el pan. Utilizaban una larga vara de
bambú.
El maestro la
sujetaba en lo alto de la cabeza mientras la niña lentamente trepaba hasta lo
alto. Allí se mantenía en equilibrio mientras el maestro continuaba andando.
“Ambos tenían
que dedicar toda su atención a mantener el perfecto equilibrio para prevenir
cualquier accidente. Un día el maestro le dijo a su pupila: “Escucha,
Medakathalika, yo te vigilaré y tú me vigilarás para ayudarnos mutuamente a
mantener la concentración y el equilibrio para que no ocurra ningún accidente.
De esta manera estaremos seguros de ganar lo suficiente para comer”. Pero la
niña era muy sabia y le contestó: “Querido maestro, creo que sería más oportuno
decir que cada uno se vigile a sí mismo. Cuidar de uno mismo significa cuidar
de ambos. De esta forma estoy segura de que evitaremos accidentes y ganaremos
para comer”. El Buda dijo: “La niña habló correctamente”. (Samyuttaka Nikaya
Sutra 47.19).
Si en una
familia hay un sólo miembro que practica la atención mental, todos los demás
podrán hacer; lo mismo gracias a esa persona.
Porque la
presencia de un miembro que vive con atención, hará que todos los demás vivan
con atención. Si en una clase hay un alumno atento, toda la clase estará
influenciada gracias al constante recuerdo de ese alumno. La presencia de tal
persona puede ser considerada la presencia del Buda.
En la familia
que formamos la Escuela de Juventud, debemos seguir ese mismo principio: no te
preocupes de si los que te rodean se están esforzando al máximo. Preocúpate
sólo de tu propia honestidad. El hacerlo tú lo mejor que puedas es la forma más
segura de recordar a los que rodean que deben hacerlo lo mejor posible. Si
queremos ser honestos, debemos practicar la atención mental. No lo dudes,
solamente practicando atención mental podremos ver a los demás con la mente
abierta y con los ojos llenos de amor.
Yo acababa de
ser invitado en el piso de abajo a tomar una taza de té, en el apartamento de
una amiga que nos ayuda y que tiene un piano, para humedecer la garganta antes
de volver a subir y seguir escribiendo. Cuando Kirsten me sirvió el té,
contemplé su pila de trabajo y le dije: “¿Por qué no dejas los formularios del
orfanato por un momento y me tocas algo en el piano? Kirsten se sintió contenta
de abandonar un momento su trabajo y se sentó al piano para tocar una obra de
Chopin que conocía desde que era niña.
Esa pieza
tiene algunos movimientos que son suaves y melódicos, pero también otros que
son agudos y rápidos. Su perro estaba tumbado debajo de la mesa del té y cuando
la música comenzó a excitarse, él comenzó a ladrar y gemir. Comprendí que se
sentía incómodo y quería que cesase la música.
El perro de
Kirsten es tratado con la dulzura con la que uno trata a un niño pequeño y
quizás es mucho más sensible a la música que cualquier niño ordinario. Quizás
porque sus orejas recogen ciertas vibraciones inaccesibles al oído humano.
Kirsten siguió tocando mientras trataba, al mismo tiempo, de consolar al perro;
pero él siguió ladrando y protestando. Ella acabó la pieza y continuó con otra
de Mozart que era ligera y armoniosa. Durante esta pieza el perro se tumbó
pacíficamente y se mostró tranquilo y contento.
Kirsten cuando
acabó se sentó junto a mí y me dijo: “a menudo, cuando toco una pieza de Chopin
que es al final más aguda, el perro viene y se agarra a mis pantalones tratando
de obligarme a dejar el piano. Algunas veces he tenido que echarle para seguir
tocando. Pero si interpreto a Bach o a Mozart, se queda quieto y contento”.
Kirsten había
leído en alguna parte que los canadienses ponen sus plantas con Mozart durante
la noche. Esas plantas crecen más rápido de lo normal y las flores se inclinan
en la dirección en la que suena la música.
Otros pusieron
varios fragmentos de Mozart diariamente en los campos de trigo y centeno y
pudieron comprobar que en esos campos crecían más rápidamente que en otros.
Cuando Kirsten
habló, pensé en las salas de conferencias en las que la gente discute y debate
con los demás, en las que las palabras airadas y los reproches van de un lado a
otro. Si se ponen las flores en esa habitación, lo más fácil es que dejen de
crecer si la irritación sigue flotando por ella día tras día.
Pensé en el
jardín de un monje que vive con atención, sus plantas son verdes y frescas,
alimentadas con la paz y la alegría que emana de su atención. Uno de los
antiguos Maestros dijo: “Cuando nace un Gran Maestro, el agua de los ríos se
vuelve clara y las plantas crecen más verdes”.
Antes de
comenzar cualquier reunión para estudiar o contrastar nuestro trabajo,
deberíamos escuchar música o practicar respiración, ¿No crees, Quang?
Thich Naht
Hanh
Extracto de:
Como lograr el milagro de vivir despierto.
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