“Para
solucionar un problema primero hay que entender el problema”.
UN NUEVO
ENFOQUE: EL ASEDIO
-¿Cuáles
son las bases de su protocolo?
-A los
oncólogos, a la hora de tratar el cáncer, se nos ha enseñado una medicina que
se basa en destruir las células tumorales en lugar de intentar restaurar las
rutas metabólicas que son las que han sido dañadas y finalmente llevan al
desarrollo del tumor. Y lo que se trata es de entender que si modificamos el
“terreno” es posible hasta revertir la evolución de las células tumorales o
provocar su suicidio o apoptosis. Se nos dice que cuando aparece un tumor lo
primero que hay que hacer, si se puede, es “cortarle la cabeza”; es decir, usar
la cirugía. Y en caso de no poderse se plantea entonces la radioterapia; es
decir, achicharrar al tumor, “enviarlo a la hoguera”; bueno, más bien llevar la
hoguera hasta él. La otra opción sería la quimioterapia, es decir,
“envenenarlo”. Y se añade gratuitamente que si todo eso falla no se puede hacer
nada más. En suma, al oncólogo moderno se le sugiere que puede “cortar, quemar
o envenenar”, acciones más propias del siglo XII que de un sofisticado siglo
XXI. Realmente patético. Es verdad que a veces hay que afrontar el problema de
tener que eliminar un tumor porque su crecimiento puede poner en riesgo el
funcionamiento de un órgano vital, pero en tal caso lo inteligente es seguir
una cuarta vía de carácter igualmente bélico cuyo origen, puestos a jugar con
las comparaciones metafóricas, también podríamos encontrar en el siglo XII y en
los anteriores, pero que es mucho menos agresiva. Porque, ¿qué se hacía en la antigüedad
ante una ciudad que se quería conquistar y era difícil de batir? Asediarla.
Dejarla sin agua ni comida cortando sus rutas de abastecimiento y modificando
el entorno para que nadie pudiera entrar o salir. Y luego sentarse a esperar o
reforzar el asedio con máquinas y herramientas de asalto. El asedio ha
funcionado toda la vida así que se me ocurrió la idea de incorporar ese sistema
a la lucha contra el cáncer, para lo cual era imprescindible entender las
condiciones de supervivencia de la célula tumoral frente a la célula sana. Hoy
sabemos que la célula sana vive en un medio alcalino rico en oxígeno, usa muy
poco sodio para vivir y utiliza proteínas levógiras -con giro a la izquierda-
que son estables en él. Por el contrario, el paciente que desarrolla un proceso
oncológico entra en acidosis metabólica -es decir, el terreno se acidifica- y
hay entonces escasez de oxígeno –a eso le llamamos hipoxia– lo cual obliga a
las células sanas a mutar si no quieren morir. Verá, las células sanas
consiguen su energía por oxidación; es decir, gracias al oxígeno generan
Adenosin Trifosfato o ATP -por sus siglas en inglés- que es la molécula base de
la energía celular. Pero cuando el terreno se acidifica y el oxígeno escasea
sólo tiene una alternativa si no quiere morir: encontrar otra manera de obtener
energía. Y esa posibilidad existe y la explica el llamado Ciclo de Krebs.
Sencillamente en lugar de oxígeno el cuerpo utiliza ácido pirúvico mediante un
fenómeno conocido como glicolisis que le permite obtener moléculas de ATP, pero
que generando también ácido láctico y alcohol como residuos. Se trata pues de
una ruta anaeróbica -sin aire- para sobrevivir. Es decir, la célula sana
aeróbica que vive en terreno alcalino se vuelve anaeróbica, pero en un entorno
tan ácido que para poder soportarlo tiene que alcalinizar su núcleo, su
citoplasma, para lo cual se carga de sodio de un modo desmesurado. Y asimismo
utiliza para alimentarse proteínas dextrógiras en lugar de levógiras ya que las
mismas viven en medios ácidos. En suma, todo tumor vive en un medio ácido pobre
en oxígeno, cargado de sodio, y alimentándose de proteínas dextrógiras. Luego
si queremos neutralizarlo sin atacarlo, ¿qué habrá que hacer? Pues usar la
táctica del asedio. Y para ello hay primero que desacidificar el terreno
alcalinizando al paciente. Lo que se logra erradicando los ácidos que se han
acumulado en el organismo. En este ámbito es por eso clave la alimentación -hay
que eliminar de la dieta todo lo que acidifica y eso incluye el alcohol, el
café, el tabaco, el azúcar, los lácteos, los hidratos de carbono refinados, la
carne roja- y tomar periódicamente baños de agua caliente con sal marina. En
segundo lugar debe seguirse una dieta hiposódica, es decir muy baja en sodio o
sal. Nunca he entendido que se le prohíba la sal a un hipertenso o a alguien
que tiene mal el riñón o el corazón, y no se le sugiera lo mismo a un enfermo
de cáncer. Tercero, es preciso aportar al sistema enzimas proteolíticas de
acción selectiva, enzimas con capacidad para eliminar las proteínas dextrógiras
dejando intactas las levógiras. Y aquí hay que recordar el extraordinario
trabajo de D. Fernando Chacón, creador del Bio Bac, producto que logra
exactamente eso. En suma, si eliminamos las proteínas dextrógiras dejando a las
células tumorales sin comida, hacemos una dieta hiposódica -sin sodio las
células cancerosas no pueden mantener la estabilidad de la membrana y el
citoplasma- y reducimos el nivel de ácidos, el medio se vuelve alcalino y rico
en oxígeno. Y el oxígeno es tóxico para la célula tumoral anaeróbica. En
definitiva, para que las células cancerosas mueran basta modificar su entorno
porque no sobreviven en terrenos alcalinos y oxigenados. Da un resultado
excelente. Por eso cada vez son más abundantes los casos de remisiones entre
los enfermos de cáncer que siguen este protocolo.
-¿La
dieta es pues el primer elemento clave en toda estrategia curativa?
-Siempre
nos habían aconsejado no comer carne los viernes y muchas tradiciones reclaman
la práctica del ayuno -al menos un día a la semana- pero nadie nos ha explicado
claramente por qué. Sin embargo ya Galeno entendió la necesidad de depurar el
cuerpo, bien a través del ayuno, bien siguiendo dietas vegetarianas. Las curas
a base de limón, cebollas o uvas vienen de la época de los romanos. Y como el
90-95% de las frutas y verduras es básicamente agua, quien se alimenta un
tiempo sólo con ellas limpia los órganos encargados de filtrar la sangre de los
residuos metabólicos y tóxicos, es decir, los pulmones, los riñones y el hígado.
Filtros que si se obstruyen llevan al organismo a intoxicarse y acidificarse. A
todo el mundo se le explica que cuando el filtro del coche está sucio hay que
cambiarlo, pero a nadie se le dice que cuando los filtros del cuerpo están
sucios hay que limpiarlos. Pues bien, ayunar o hacer una dieta vegetariana cada
cierto tiempo ayuda a limpiar los filtros y a mantener el organismo en un
entorno alcalino. Obviamente si a la dieta se le agrega la ingesta de
determinadas plantas -las hay específicas para cada órgano- mejoramos aún más
la limpieza. Porque hay plantas que limpian los pulmones (tomillo, gordolobo,
yantel), plantas que limpian el hígado (alcachofera, cardo mariano, diente de
león, boldo, desmodium) y plantas que limpian el riñón (té verde, cola de
caballo, arenaria). Así que podemos coger tomillo, alcachofera y té verde, por
ejemplo, y obtener un remedio para limpiar a la vez los tres órganos. En pocas
palabras, podemos eliminar ácidos a través del hígado, de los pulmones y de los
riñones así como a través de la piel con baños de agua caliente con sal marina
gracias a la ósmosis. Y conseguir la deseada alcalinización.
-¿Sugiere
usted a todos sus pacientes que eliminen de su dieta la carne?
-Nosotros
sugerimos hoy una dieta ovo-lacto-vegetariana porque empezamos utilizando una
exclusivamente vegetariana y vimos que al final había desequilibrios en el
organismo. Con una dieta en la que también se comen legumbres, huevos y queso
la persona se encuentra más equilibrada pero la idea sigue siendo reducir la
ingesta de proteínas. La OMS explicó ya en 1985 que la dieta ideal debe
contener un 85% de proteínas vegetales y sólo un 15% de origen animal. Y
nosotros estamos comiendo proteínas animales muy por encima de ese porcentaje.
Mucha gente ignora que una dieta excesivamente proteica acidifica. Así que si
hablamos de 4 comidas al día –desayuno, comida, merienda y cena- lo que hay que
hacer es reducir la presencia de proteínas animales de un máximo de 28 veces
posibles a 4. Consumiendo lentejas, garbanzos y alubias como fuente de proteína
vegetal lunes, miércoles y viernes, y pescado, pollo o ternera los martes,
jueves, sábados y domingos a mediodía (tanto carne blanca como roja y pescado
blanco o azul). También tengo que decir que es un error comer huevos por la
noche, práctica muy habitual. El huevo tiene una gran carga grasa y una alta
cantidad de albúmina. Nosotros recomendamos ingerir por ello sólo dos o tres a
la semana y lo hacemos coincidir con el día vegetariano. Pueden pues tomarse en
el desayuno o en la comida aunque nunca en la cena. Como decía Sancho Panza -¿o
fue Don Quijote quien aleccionaba a Sancho sobre los asuntos del yantar?-, hay
que “desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo” pues
“de grandes cenas están las sepulturas llenas”. Por supuesto damos al paciente
la opción de cenar un día de forma extraordinaria porque también nos dice la
sabiduría popular que “una vez a la semana, cosa sana”. En definitiva, la dieta
debe ser especialmente suave por las noches: verduras, fruta, arroz o,
simplemente, una ensalada. La clave está en el hígado, porque para que éste
pueda llevar adelante la digestión necesita la presencia de una hormona -el
cortisol- que sólo se encuentra en sangre cuando hay sol. Y como nuestros
hábitos sociales nos hacen cenar cuando éste se ha ocultado -y por tanto,
cuando su nivel en sangre es muy pobre- hacer una cena copiosa obliga a una
digestión muy pesada. Y si se logra es gracias a que el hígado recibe de la glándula
suprarrenal una hormona alternativa, la adrenalina -u hormona del estrés-, que
ésa sí está disponible las 24 horas. Por eso después de una cena pesada es tan
habitual que uno tarde en dormirse o se vaya a la cama con el corazón
acelerado. Además hay que tener en cuenta los ritmos circadianos: de día el
hígado se encarga de asimilar las proteínas que ingerimos pero de noche su
función es básicamente drenar bilis. Y es el cortisol el que determina la
inversión de trabajo para que de ser un órgano asimilador pase a ser un órgano
drenador. Así que si estresamos el hígado todos los días haciéndole asimilar
cuando debiera estar drenando, éste no va a eliminar luego adecuadamente los
residuos metabólicos, con lo que al final se resiente. Se lo digo siempre a los
pacientes: el problema con la alimentación no está normalmente tanto en lo que
comemos como en los desechos que no eliminamos. Cuando el cuerpo no puede
drenar las toxinas las va reteniendo y nos vamos autointoxicando,
acidificándonos, abonando con ácidos el terreno para un posible asentamiento
tumoral.
LA
BAÑERA, UNA AUTÉNTICO BALNEARIO CASERO
-El
segundo pilar básico de su protocolo para una buena desintoxicación y
alcalinización son los baños de agua caliente con sal marina. ¿Puede explicarlo
con más detalle?
-En un
principio me planteé seriamente cómo conseguir un sistema terapéutico eficaz y
simple para ayudar al paciente, porque éste ya tiene bastantes problemas con su
enfermedad para que nosotros le generemos más. Y a ello me ayudaron los
trabajos de la doctora Josefina San Martín Bacaicoa -catedrática de Hidrología
Médica en la Universidad Complutense de Madrid- y de Schneider, sobre el mundo
del termalismo.
Con
ellos comencé a comprender que los baños termales son una excelente solución
terapéutica. ¿Por qué son útiles los balnearios? Porque sus aguas son minerales
y termales. Es decir, se trata de agua caliente que contiene cloruro sódico y
cloruro potásico en una concentración superior a 20 gramos por litro. Y es agua
salina en una concentración superior a la del mar y a la de nuestro plasma ya
que éste tiene 9’4 gramos de sal por litro y la de los balnearios anda por los
20 gramos por litro. Pues bien, cuando uno se sumerge en un lugar donde el agua
está caliente enseguida se le dilatan los poros de la piel. Pero como además
está muy salada y nuestros cuerpos son en un 70%-80% agua, resulta que al
meternos en ella se produce el fenómeno que conocemos como ósmosis, de forma
que el agua de nuestro cuerpo sale arrastrando toda clase de toxinas y sales
minerales a través de los poros hacia el exterior. Con lo que también la sal
sale fuera del núcleo de las células y éstas se alcalinizan. Esto me hizo
entender el concepto de las “sales de baño”. Siempre me pregunté qué sentido
tenía echar sal al baño. Entonces lo entendí. Bueno, pues las bañeras que la mayoría
tenemos en el hogar pueden convertirse en balnearios caseros de alto
rendimiento y bajo costo. De hecho ¿quiénes fueron los primeros que tuvieron
bañera en casa? La gente de clase acomodada. Piénsese que en los años 40 del
pasado siglo XX la gente pobre no tenía ni baño. Quienes iban a los balnearios
pertenecían a la clase acomodada porque un balneario ni era ni es barato. Una
estancia de un mes puede costar más de 3.000 euros en la actualidad. Algo que
ni un rico paga con gusto ya que éste suele ser alguien que lo que busca es
cómo obtener lo que quiere sin pagar por ello. Así que cuando los ricos se
dieron cuenta de que los balnearios curan -aunque ignoraran por qué- se
decidieron a estudiar cómo tener alguno siempre a su disposición pero sin pagar
tanto por ello. Entonces les contaron que el agua de los balnearios cura porque
sus aguas son termales. A lo que el rico responde: “¡Que me pongan una terma en
casa”. Es que las aguas de balneario son minerales, les dicen luego. Y entonces
preguntan qué minerales llevan, hablan con algún químico y éste les explica que
en las aguas de balneario hay 20 gramos de sales por litro de agua. Así que los
ricos, aleccionados, encargan bañeras sabiendo que deben llenarlas hasta la
mitad -para que haya unos 100 litros de agua- y luego agreguen dos kilos de sal
marina. De esa forma la proporción de sal será también de 20 gramos por litro.
Y ya tienen un gradiente osmótico. Resumiendo, las bañeras caseras son en
realidad artilugios terapéuticos muy eficaces que nadie nos ha enseñado a
utilizar. Porque cuando el agua caliente dilata los poros de la piel y éstos se
abren el organismo transpira eliminando anhídrido carbónico (CO2) a la vez que
expulsa grasas, amoníaco y ácido úrico. Y todas esas fracciones ácidas que
eliminamos a través de la piel en la bañera ya no necesitan ser desechadas por
los pulmones, los riñones y el hígado con lo que les evitamos que tengan que
filtrarlas ellos. Basta en suma agua caliente –no hace falta que queme- y dos
kilos de sal marina en la bañera para configurar un mecanismo sencillo de
alcalinización rápida –media hora de baño diario bastan- a disposición de
cualquiera. Y barato. Tales baños suponen una diálisis percutánea, una especie
de pulmones, riñones e hígado artificiales de alto rendimiento y bajo coste que
casi nadie usa porque no se lo han explicado.
-Bueno,
no todo el mundo -y pienso especialmente en las personas mayores- se puede
permitir entrar y salir de la bañera todos los días.
-Siempre
hay alternativas. A la gente mayor que no puede o debe entrar en la bañera para
evitar riesgos mayores le digo simplemente que no se meta. Basta que se siente
en una silla, coja un barreño pequeño donde quepan unos diez litros, eche en él
agua caliente y un cuarto de kilo de sal marina para mantener la proporción de
la que hablábamos y lo disfrute. Es verdad que la superficie corporal expuesta
es menor pero tres baños de pies al día equivalen a un baño completo. Puede
hacer por tanto diez minutos por la mañana, diez al mediodía y diez por la
tarde-noche. Y respecto a la temperatura siempre les digo a los pacientes que
deben sentirse a gusto. Hay personas a las que les va bien 25 grados y otras a
las que les van 30. Con 30 grados a la sombra ya se suda… y la cuestión es
sudar. Redescubramos a Galeno, o si se quiere, a nuestras abuelas que curaban
siempre con cuatro elementos. Lo primero que hacían nuestras abuelas en cuánto
decías ¡ay! -y daba igual lo que te ocurriera- era prepararte una lavativa. Y
luego nos daban un caldo de pollo o gallina, o un caldo de verduras, o una
compota de manzana o pera, o un arroz caldoso, y con eso -la lavativa y el
caldo- ya tenían su cura de aguas. El tercer pilar que proponían era una buena
sudada. Todo lo arreglaban con una buena sudada. Cuando las abuelas no tenían bañera
-lo comprobé cuando ejercí la medicina rural en la comarca de la Segarra en
Barcelona- ponían agua a hervir, llenaban botellas de cristal con el líquido a
70-80º, las envolvían con toallas -para que el cristal no quemara la piel- y
colocaban luego tres botellas a cada lado del enfermo añadiendo cuatro mantas
encima. ¡Y no veas tú qué sudada! Bueno, también usaban hierbas medicinales
porque a diferencia de la generación actual conocían bien sus propiedades
terapéuticas.
-¿Cuál
es el fin primordial de una lavativa?
-Desintoxicarse,
y por tanto, proteger el hígado. Un colon tóxico a quien más afecta es al
hígado. Y voy a explicarlo de una forma muy expresiva: al lado de cada inodoro
hay en todas las casas una escobilla porque la suciedad se pega y cuando
activas la cisterna los restos fecales quedan a menudo adheridos. Bueno, pues
en nuestro intestino pasa lo mismo: por él transitan todos los días restos
fecales y siempre quedan restos adheridos a la mucosa. Al punto de que con el
tiempo puede llegar a formarse una auténtica carcasa de restos fecales pegados
a la mucosa intestinal. Lo sabemos pero no lo valoramos. Y sin embargo tiene
mucha importancia. Una de las funciones primarias del colon es recuperar el
agua de la digestión y cursar el bolo fecal en estado sólido. Para hacer la
digestión utilizamos de hecho casi cinco litros de agua que obtenemos con la
que ingerimos al beber pero también con el agua presente en la comida
-especialmente en frutas y verduras ya que en un 90-95% son agua- y en los jugos
gástricos (hasta dos litros y medio). Todo ello sirve para hacer una gran sopa,
emulsionar las grasas y micronizar los minerales y oligoelementos para que el
intestino delgado lo absorba luego todo. Lo que llega pues al colon son sólo
los restos no nutritivos, los restos fecales, si bien el organismo -que todo lo
aprovecha- recupera el agua deshidratando para ello el bolo fecal. Y esa agua
que se absorbe en el colon va a la sangre; es más, va primero directamente al
hígado. Luego, si nosotros no hacemos una limpieza periódica del colon cada vez
que éste recupera agua, ésta tiene que atravesar la carcasa de restos fecales
antes de llegar a la mucosa, atravesarla y llegar al hígado y posteriormente a
la sangre. Con lo que acabamos llevando a ésta una auténtica infusión de aguas
fecales. En otras palabras, cuando el colon está muy sucio nos intoxicamos
inevitablemente. Así que uno debe plantearse hacerse una limpieza de colon cada
cierto tiempo. Si se puede, una buena hidroterapia de colon. Si económicamente
no se puede, mediante la lavativa de toda la vida. Muchas veces lo que yo
sugiero a mis pacientes es combinar la ingesta de aloe vera con la lavativa. La
idea es que el enfermo ingiera durante una semana zumo de aloe vera para ayudar
a desprender los restos adheridos y luego se aplique la lavativa. Basta
entonces meterse un par de litros de agua templada/caliente para que el colon
quede limpio.
HERRAMIENTAS
DE ASALTO
-Luego
en su teoría del asedio las distintas terapias que sabemos también utiliza
-como la Hipertermia, la Ozonoterapia, la Biorresonancia, etc.- jugarían
entonces el papel de las antiguas herramientas de asedio: escalas, arietes,
catapultas…
-Se
trata de herramientas terapéuticas útiles que al no producir además efectos
secundarios negativos pueden agregarse al tratamiento. Ayudan a que la
respuesta sea mucho más rápida. Dicho esto debo reconocer que para mí, en
particular, hay un antes y un después en los resultados que obtenía hasta
noviembre del 2008 y los que observo desde entonces cuando empecé a aplicar los
protocolos de los doctores Banerji. Estos dos médicos hindúes, a los que he
tenido la fortuna de poder acompañar durante nueve días enteros en su hospital
de Calcuta viéndoles trabajar, tienen el mérito de haber simplificado la
Homeopatía. Sencillamente, atienden en ese centro junto a sus ayudantes a tal
cantidad de personas al día –¡unas 3.000!- que han podido constatar en poco
tiempo que hay remedios realmente universales con campos de acción muy
concretos según la dilución que se utilice. Y eso facilita mucho elegir el
remedio homeopático.
Por
ejemplo, han observado que el Arsenico album a la 3 CH tiene un tropismo y una
acción concreta sobre la mucosa gástrica, a la 6 CH la acción la tiene sobre
las mucosas de las vías respiratorias altas, y a la 200 CH actúa sobre la piel.
Y que la gente responde siempre; en mayor o menor grado pero responde. Por mi
parte, antes de conocer a los Banerji utilizaba la Homeopatía simplemente para
tratar de que el paciente respondiera lo más rápido posible a los tratamientos.
Y me ponía muy contento al ver que gracias a ello no sufrían anemia y los
vómitos eran escasos o no los tenían. Muchos no necesitaron transfusiones de
sangre, se levantaban bien por la mañana, se sometían a sus sesiones de quimio,
llegaban a casa, se tomaban un baño y hacían vida normal por la tarde sin
apenas deterioro físico. Y encima remitían más rápido de lo esperado. Pero
ahora lo que estamos viendo con los protocolos de los Banerji no es que remitan
rápido sino que remiten rapidísimo. La acción antitumoral es tan espectacular
que algunos casos se han publicado hasta en Oncology y se han interesado ya por
sus trabajos y protocolos desde el Anderson Cancer Center de Houston (Texas,
EEUU) y la Universidad de Texas hasta el Hospital Presbiteriano de Nueva York.
Hoy estos centros reconocen que sus protocolos funcionan y actúan al nivel del
ADN en la célula tumoral. Es un avance importantísimo. En fin, toda herramienta
que ayude a afrontar una enfermedad como el cáncer es buena, pero es que además
ninguna de las que yo utilizo obliga al paciente a elegir, a tener que dejar
algo. Son todas complementarias.
-¿Y
cuál es el papel de las vitaminas, minerales y oligoelementos en su protocolo?
-Básico.
Pero elegimos las que vamos a suministrar al paciente -para mejorar el
rendimiento de su organismo- no tanto por el tipo de tumor sino por la
respuesta que se obtiene, porque no todos los enfermos responden igual a los
mismos productos. Para el riñón, por ejemplo, sabemos que es bueno el complejo
de vitaminas B que es además diurético. Cuando uno toma vitamina B la orina se
vuelve inmediatamente muy amarilla ya que activa la función renal y se excreta
por el riñón. Las vitaminas del complejo B son sobre todo hepatoprotectoras y
mejoran la coleresis o secreción de bilis hepática además de ser antianémicas,
antineuríticas y mejorar la conducción a nivel de la placa motora del corazón.
Sabemos asimismo que el sistema inmune del paciente oncológico está muy
deprimido porque en un medio ácido no trabaja bien. El pH de la sangre en
condiciones normales es de 7’4, es decir, ligeramente alcalino, y, por tanto,
si se recupera la alcalinidad el sistema inmune volverá a trabajar
adecuadamente. Y es que nada funciona de forma aislada. Por ejemplo, para que
pueda haber unión entre una inmunoglobulina y un virus se necesita el concurso
sinérgico de las vitaminas A, C y E. Así que lo suyo es añadir tales elementos
para conseguir que los sistemas inmunitarios sean también competentes. Y otro
tanto pasa con otras sustancias ortomoleculares. Sabemos que hay minerales como
el selenio o el germanio 132 que tienen una gran potencia antioxidante y por
eso los añadimos. En definitiva, la idea fundamental de nuestro tratamiento es
la de potenciar los sistemas de defensa del cuerpo. Se consiguen unas
respuestas terapéuticas extraordinarias dejando que sea el propio organismo el
que resuelva la enfermedad. Nosotros nos limitamos a señalar al enfermo la ruta
y a sugerirle luego -si procede- pequeñas modificaciones según sea su
evolución. A fin de cuentas cada paciente es un mundo.
-¿Cree
usted que ha cambiado algo la mentalidad de los oncólogos respecto de la
medicina natural en los últimos años?
-Poco a
poco… pero sí. Puedo decirle que hay ya bastantes oncólogos y radiólogos de
distintos lugares de España que llevan tiempo enviándome pacientes para que les
desintoxique porque reconocen abiertamente que haciéndolo sus tratamientos van
mejor. Otra cosa es que lo pidan aún con la boca pequeña y que su petición
siempre vaya acompañada de la coletilla “Mira, Alberto, esto que se quede entre
nosotros”. Pero la apertura es cada vez mayor. Claro que hay una especie de
run-run entre los pacientes en las salas de espera sobre la eficacia de lo que
hacemos y al final todo se sabe. Bueno, no es menos cierto que quienes más
pacientes nos mandan son los enfermeros/as porque también son quienes tienen
más contacto directo con los pacientes. Como es cierto que cada vez más médicos
entienden que la Medicina Biológica o Naturista no es una “medicina
complementaria” ni una “medicina de confrontación”. Es simplemente Medicina.
http://saikuhayotravidaposible.blogspot.com.ar/2013/07/afrontar-el-cancer-de-forma-holistica.html
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