lunes, 25 de febrero de 2013

Palabras del Maestro Beinsá Dunó sobre Cristo

(Extracto del libro “El Maestro habla”) Hoy día la gente divide a Cristo en “histórico”, “cósmico”, “místico”, etc. Pero Cristo por Sí Mismo es uno e indivisible. Hay solo un Cristo – el Cristo vivo, Quien es una expresión de Dios, una expresión del Amor. Cristo – esto es Dios, Quien se revela al mundo. Como una manifestación de Dios, Cristo no puede separarse de Él, no puede observarse fuera de Él. Y cuando yo hablo de Cristo, Le considero no como un principio abstracto, sino como una encarnación real del Amor. El Amor, esta es la realidad más grande, y no algo abstracto. Él tiene forma, contenido y sentido. La expresión más plena del Amor en la Tierra ha dado Cristo – sea cual sea la manera en la que la gente Le percibe: como “histórico”, como “cósmico” o “místico”. Porque y como una persona histórica, y como una entidad cósmica, y como una vivencia mística, Cristo es y queda la expresión más perfecta del Amor. Y verdaderamente, no hay otro hombre en la Tierra antes de Cristo que haya tenido mayor Amor que Él. No hay y en el Cosmos – fuera –, y en las profundidades místicas del alma – dentro –, una expresión más plena del Amor, que aquella que nosotros personificamos en el Cristo. ¿Y entonces, cómo deben percibirse las palabras: Cristo “histórico”, “cósmico” y “místico”? Manifestado en la Tierra en un momento histórico dado, como el hombre ideal, como un modelo de un hombre verdadero, Él es “histórico”. Y el tiempo entonces hace crónica y testifica de Él: “¡He aquí el hombre! (Juan 18:19 – nota del tr.) He aquí el hombre verdadero, en el cual vive el Amor, la Sabiduría y la Verdad, y quien los aplica”. Conocido internamente, Él se vuelve “místico”, pero percibido y conocido como el Dios manifestado en el mundo, Él se vuelve “cósmico”. Y entonces, el lado físico del Cristo, esto es toda la humanidad unida en un cuerpo. Todas las almas humanas, en las cuales Cristo vive, unidas en uno – este es el lado físico del Cristo. Todos los ángeles, unidos en el corazón del Cristo, representan Su lado espiritual. Y todas las Divinidades, unidas en la mente del Cristo, representan Su lado Divino. Este es el Cristo “cósmico” – el Dios manifestado en el mundo. Y por eso el místico ve en todas partes al Cristo – el Gran Hermano de la humanidad, la Primera imagen del hombre, el Primogénito en el mundo – inicio del género humano, inicio de la evolución humana. El Primogénito, Quien ha desarrollado y manifestado todas las Virtudes Divinas, Quien ha aplicado todas las Leyes Divinas. El Primogénito, Quien ha aguantado exitosamente todas las pruebas y ha sacrificado todo por sus hermanos. Montañas, campos, fuentes, ríos, mares, con todas las riquezas naturales que se esconden en ellos – todo esto es una expresión de este Gran Hermano. Pero este es un secreto profundo, para cuya comprensión se requiere miles de años de trabajo forzado. Así debe percibirse Cristo en Su amplitud. Uno es Él, aunque la gente Le percibe bien como “histórico”, bien como “cósmico”, bien como “místico”. Todas estas palabras deben vivificarse en el reconocimiento verdadero del Cristo, como un Amor de Dios expresado y manifestado, y no que se queden como preceptos secos, como prisiones para el pensamiento humano. Y verdaderamente, ¿no es para muchos cristianos el Cristo “histórico”, venido hace dos mil años, una prisión para su mente? ¿Dónde ha hablado Cristo hace 2000 años acerca de Sí mismo como una persona histórica? Él habla de Sí mismo como un espíritu que permanecerá en la Tierra “hasta el fin del siglo”, o sea, hasta el fin de esta época de violencia y maldad, la cual vive sus últimos días. “Id y predicad”, dice Él a Sus discípulos, “y Yo estaré con vosotros hasta el fin del siglo”. Uno de los engaños más grandes es que se piensa que Cristo está en el Cielo, que está sentado y espera la Segunda venida, para empezar a juzgar a los vivos y a los muertos. La verdad es que Cristo nunca ha abandonado la Tierra. Recordad Sus palabras: “Toda potestad Me es dada en el Cielo y en la Tierra” (Mateo 28:18 – nota del tr.). Es Cristo, quien ha movido, mueve y moverá y la vida “histórica”, y la “cósmica”, y la “mística” de la Tierra y de la humanidad. Sin el Cristo no hay historia. Sin el Cristo no hay “Cosmos”, es decir, mundo organizado y arreglado. Sin el Cristo no hay vida “mística”. Él es el Gran Inspirador de todas las revelaciones en todos los tiempos. Él es el motor invisible de toda la vida espiritual de la humanidad. Sobre esto testifica la Escritura Sagrada, en la cual Cristo aparece como un personaje central. Sobre esto hace alusión y el mismo Cristo en las palabras: “De Mí escribieron Moisés y los profetas”. Moisés, en un sentido amplio, representa todos los guías espirituales de la humanidad, todos los científicos, filósofos, escritores, poetas, músicos, que preparan las mentes humanas para la comprensión del Cristo, de la Verdad Divina. Por muy pasajeras que parezcan sus obras, por muy cambiantes que sean sus teorías, estas no son arbitrarias, estas se crean bajo la influencia de una Ley Universal del Espíritu, quien trabaja dentro de la gente de una manera específica. Todos estos hombres, por lo tanto, han trabajado para la elevación polifacética de la humanidad, han preparado el camino para la venida del Cristo. Porque no es fácil que un Gran Espíritu como Cristo venga entre los hombres. Ellos deben trabajar forzadamente a lo largo de unos cuantos miles de años, para que venga Cristo entre ellos. No se desciende fácilmente a la Tierra. Pero con Su descenso a la Tierra, Cristo abrió una nueva época en el desarrollo de la humanidad. Él trazó el camino por el cual únicamente puede ascender el alma humana hacia Dios. Y por eso Él dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6 – nota del tr.). El Camino – comprendido en un sentido amplio de la palabra – esto es el movimiento del Espíritu en la aplicación razonable de las Leyes de la Naturaleza. La Vida – esto es la organización armónica de los elementos y el desarrollo de las fuerzas en el alma Divina. La Verdad – esto es una manifestación del Dios Único, Quien crea condiciones para el desarrollo de todas las criaturas vivientes. Habiendo salido del Mundo Divino de la Verdad y habiendo descendido en el mundo material, Cristo conecta las almas humanas con el Mundo de la Verdad, donde se esconden las grandes metas de cada existencia. Debe haber un hilo que unirá las almas humanas, sumergidas en la materia, con Dios. Es solo Cristo, Quien puede tender este hilo – para unir a los hombres con Dios. Porque Él, Quién descendió del Mundo Divino, trayendo vida desde el Mundo de la Verdad, ascendió de nuevo a este, trazando de esta manera el camino que lleva de la vida temporal a la eterna. “Y vida eterna es, dice Cristo, que Te conozcan a Ti, el Único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3 – nota del tr.). Que conozcan a Dios – los gérmenes del Espíritu, las condiciones, las fuerzas y las leyes en las cuales se apoya y por las cuales se edifica este magnificente orden de las cosas. Y el Cristo – el Inicio Razonable, que sale del Dios Único, trae vida a todas las criaturas, los dirige y los guarda, conectándoles con el Centro Primordial de todo lo que es. Cristo es el camino de aquel movimiento razonable de las almas que las guía hacia la vida eterna en la Verdad. Y por eso, cuando preguntan a Cristo por qué ha venido a la Tierra, Él responde: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad” (Juan 18:37 – nota del tr.). Estas palabras, sin embargo, son una fórmula matemática. La cuestión de la venida del Cristo es una de las cuestiones más profundas en la vida humana. Pero muchos consideran que es fácil dar respuesta a esta pregunta. Ellos dicen que Cristo ha venido a la Tierra para sufrir y salvar a la humanidad. Pero la venida del Cristo en la Tierra no es una cuestión de sufrimiento. El sufrimiento es un fenómeno secundario en la vida del Cristo – éste es lejos de ser capaz de definir este momento importante en la historia de la humanidad. La salvación, así como la percibe la gente, también es una comprensión parcial de este gran evento. Hoy en día, sin embargo, todos los predicadores cuentan que Cristo vino a la Tierra para salvar a la gente. Si Cristo hubiera salvado el mundo de aquella manera mecánica como la gente lo entiende y si ellos fueron salvos verdaderamente, no vivirían tan contrariamente al Espíritu de la Enseñanza Crística. Evidentemente, completamente otro sentido tiene la idea de la salvación. Ésta no está ahí donde la gente la busca, ni viene tan mecánicamente como ellos piensan. Cristo trajo a la Tierra la ciencia del alma. Él mostró el camino, por el cual las almas humanas pueden conocer a Dios, que adquieran la vida eterna. La puerta de este camino es el Amor. El que pase por esta puerta, saldrá sobre aquel camino Real, por el cual le esperan hazañas grandes. Muchas almas grandes han descendido a la Tierra antes del Cristo, pero ellas no han podido arreglárselas con el difícil deber de la elevación de la humanidad. Tendría que descender Cristo, para que solucione este deber esencial e importante, y que muestre a la gente un camino probado, por el cual y ellos lo solucionen. Antes del Cristo Dios ha enviado en Su campo a Sus siervos – profetas, santos, pero ellos no pudieron cumplir el trabajo como debían. Cuando Cristo, “El Hijo de Dios”, descendió a la Tierra, los trabajadores de todo el Cielo se unieron en Su nombre, para terminar la obra empezada. En el Evangelio se dice que Dios de tal manera amó al mundo que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree no muera, mas tenga vida eterna (Juan 3:16 – nota del tr.). El Hijo – esto es el Verbo, lo Razonable, lo Divino, lo que únicamente puede restablecer la armonía en el mundo y la conexión de las almas humanas con Dios. Cristo pudo restablecer esta conexión y ejercer influencia sobre la humanidad como un todo, porque Él mismo estaba conectado con el Gran Todo Potente. Y cuando en el Evangelio se habla del descenso del Espíritu sobre Jesús, se sobreentiende aquella unión del Jesús con el Espíritu colectivo del Mundo Razonable, gracias a lo cual se hizo posible la realización de una idea Divina en la Tierra. Porque tal es la Ley de la Tierra: Para que se haga la obra de Dios, un hombre en la Tierra debe unirse con una Criatura del Cielo. En este caso esta criatura era el Espíritu Divino colectivo. Desde este punto de vista, Cristo es un Espíritu colectivo. Él existe como uno, pero al mismo tiempo es un Espíritu colectivo. Él es una suma de todos los hijos de Dios en cuyas almas y corazones fluye vida y Amor. Todos los hijos de Dios unidos en uno, todas las almas razonables que viven en unión Divina – esto es Cristo. La venida del Cristo a la Tierra es el evento más importante en la historia de la humanidad. Él es un evento exclusivo, tanto por contenido, como y por sentido. Con él está relacionada la idea básica de la vida humana – la idea de la inmortalidad, la idea de la vida eterna. Y los esfuerzos de toda la existencia humana se resumen en esto – lograr la inmortalidad, entrar en la vida eterna. “Y esta es vida eterna”, dice Cristo, “que Te conozcan a Ti, el Único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Que conozcan a Dios, que conozcan a Cristo. ¿Conoció la gente a Cristo, cuando Él apareció hace 2000 años? ¿Le conoce y hoy? Cuando la Verdad aparezca en el mundo, ella no se va a vestir en ropas Reales, sino con una vestidura modesta. Así y Cristo apareció hace 2000 años en una forma simple, en la cual la gente no pudo reconocerle. Pero tales son las leyes de este mundo. En esta ropa simple – aparentemente un hombre como todos los demás hombres, incluso y Sus discípulos no Le conocían plenamente. Solo tres de ellos vieron durante la transfiguración del Cristo Su “rostro”, o sea, Su lado interno. En esta luz interna ellos Le vieron y conocieron tal como era entre los ángeles. Para los hebreos Cristo era “el hijo de José, el hijo del carpintero”. Para los escribas y los fariseos Él era un blasfemo, un mesías autoproclamado, que a Sí Mismo se nombra “Hijo de Dios”. Él no provenía de sus medios, no había estudiado donde ellos. ¿Dónde había estudiado Cristo? Porque todo lo que Él ha hecho, testifica de Sus vastos conocimientos. Y hoy día hay gente que piensa que Cristo era un hombre simple, indocto. Esto, sin embargo, para nada es así. El mismo Cristo, volteándose hacia Sus oyentes, dice: “¿Si no comprendéis las cosas terrenales de las cuales os hablo, cómo comprenderéis las celestiales?” (Juan 3:12 – nota del tr.). Cuando habla de “cosas celestiales”, Cristo sobreentendía los grandes misterios del Sol. Él, sin embargo, comprendía y las “cosas terrenales” – estaba familiarizado con la kábala de aquel tiempo, con la filosofía de la gente del Este y de los griegos, como también y con las ciencias de aquel tiempo. Verdaderamente Cristo no ha tenido necesidad de estudiar en las escuelas humanas. Más aún, toda Su vida terrenal por sí misma era una enseñanza objetiva para Él. Él era fuente de una experiencia nueva, un campo para la aplicación de aquellos grandes Principios y Leyes que Él conocía en su acción en el Mundo Invisible. Gracias a Su conciencia despierta y a Su conexión con el Mundo Invisible, Él siempre había podido extraer conocimientos directamente de este. Y cuando Cristo oraba, la oración para Él era una conversación con el Mundo Razonable. Mediante la oración Cristo entraba en conversación con el Mundo Invisible, con todas las Jerarquías en este, con Dios. Mediante la oración, el Mundo Invisible transmitió al Cristo aquella gran lección que Él tendría que estudiar en la Tierra, le reveló aquel deber que tenía que solucionar en el ambiente de la vida terrenal. Apenas después de la solución de Su deber difícil, Cristo ha comprendido en prueba, que el único camino para la salvación de la humanidad es el Amor. Entonces comprendió y el sentido profundo de todos Sus sufrimientos. Para la gente, sin embargo, cualquier cosa que dicen, los sufrimientos de Cristo, Su crucifixión y muerte oprobiosa queda como uno de los misterios más grandes. ¿Por qué Cristo, el Alma más grande que alguna vez ha visitado la Tierra, el carácter más grande que alguna vez ha aparecido, por qué este hombre bueno, prudente y fuerte debería morir tan trágicamente? El Libro Sagrado dice que así fue “escrito” – y nada más. Otros dicen, que esto tendría que ocurrir para que se salvara el mundo. Y Cristo mismo dice que ha venido al mundo para dar testimonio de la Verdad. Una cosa, sin embargo, se puede decir con seguridad – Cristo fue crucificado, porque el Amor no tomó participación en Su vida por fuera. Y ahí, donde el Amor no toma participación, aparecen los sufrimientos más grandes, los dramas y tragedias más grandes. No es el Amor que los crea, sino la competición por él. El Amor por Sí Mismo trae en todas partes luz, paz y alegría. Sea como sea, pero nosotros vemos que fue permitido que Cristo fuera crucificado. En la cruz Cristo vivió aquello que puede ser llamado sufrimientos idéicos-místicos – los sufrimientos más profundos y más intensos que un alma humana puede vivir. Él tendría que beber hasta el fondo el cáliz de los sufrimientos – aquel cáliz, en el cual estaban recogidos todos los sedimentos amargos del pasado. Pero en estos sufrimientos condensados, intensos, a Él le fueron revelados todos los secretos del pasado. Y por eso, concientizando la importancia del momento, después de un drama interno, vivido en el jardín de Getsemaní, Cristo dice: “Para esta hora Yo he venido”. Mediante la alquimia potente del Amor, Cristo transformó los venenos recogidos en este cáliz y de esta manera liquidó, de una vez por todas, con la violencia. Y verdaderamente, ¿no pudo Cristo, que era un hombre fuerte, genial, quien conocía Su alto origen, quien lo preveía todo, quien sabía lo que iba a ocurrir, no pudo Él interrumpir los sufrimientos que le esperaban? Delante de Él estaba la alternativa – o invocar “las legiones angelicales”, con la ayuda de los cuales destruiría y al pueblo hebreo, y al imperio romano, es decir, servirse con los métodos del pasado, con el método de Moisés y Elías, de la fuerza y la espada, con los métodos de los magos y los adeptos antiguos, o aceptar el cáliz y la cruz, y superarlos mediante la fuerza del Amor. Cristo eligió el segundo y esto fue una prueba, primera por su género en la Tierra. Y verdaderamente, si Cristo se hubiera asustado de los sufrimientos, si se hubiera asustado de la cruz sobre la cual después Le crucificaron, de los clavos con los cuales Le clavaron, de la lanza con la cual Le picaron, Él no hubiera dado una solución nueva, esencial para la elevación del alma humana. Él derritió y blasfemias, y golpes de látigo, y cruz, y clavos, y lanzas, con el fuego del Amor – el único fuego que pudo derretir las armas de la violencia. Y Su prueba salió exitosa. Así Cristo solucionó un deber del cual dependía el futuro de toda la humanidad. Así Él abrió el camino para la salvación de aquellas almas sufrientes, por las cuales había venido. Por estas, exactamente, almas simples, pero sublimes, que tuvieron la valentía de poner su fe en Él – no por la gente científica, fuerte, religiosa de su siglo – Cristo puso Su vida, para que vivan ellos en aquel Amor que Él les dio. En los sufrimientos del Cristo se esconde algo grande. Estos representan el lado escondido de la vida de Cristo, del cual la gente no sabe nada. Y de todas maneras, cuando yo hablo de los sufrimientos del Cristo, en mi mente sobresalen dos cualidades grandes del Cristo – Su paciencia incomparable y Su humildad. Gracias a estas Él aguantó todas las injurias, blasfemias y ofensas que la gente Le propinó. Ante todo esto Cristo quedo silencioso, tranquilo e inalterable, como si nada ocurriera. De Sus ojos no goteó ni una sola lágrima. ¡Esto es gran paciencia, esto es auto-dominio, esto es Amor! Esto es una roca que nada puede destruir. La crucifixión del Cristo fue una tragedia, pero esta tragedia tenía su solución – la resurrección. Cristo resucitó y a través de Su resurrección venció la muerte. Y así como en los sufrimientos Le fueron revelados los secretos del pasado, así en la resurrección Él recibió revelación sobre el futuro. En el rostro del Cristo nosotros tenemos un hombre verdaderamente fuerte, un espíritu potente, un héroe. Él superó todo – y torturas, y cruz, y sepulcro. Cristo no llevó hasta el final la cruz de madera. Él la llevó solo hasta un cierto lugar y luego la tiró a la tierra. La gente piensa que Él la tiró porque le hacía sucumbir bajo su peso. No, Cristo no era un hombre débil. Él podría llevar la cruz, pero la dejó, para mostrar a la humanidad lo que le esperaba. Él quería decir: “¡Yo puedo llevar la cruz de los sufrimientos de la gente viva, pero que lleve una cruz de madera no quiero!” ¡Pero los cristianos de hoy todavía llevan y besan la cruz de madera detestada por Cristo mismo! Habiendo tirado la cruz de madera a la tierra, Cristo se levantó y tomó recto Su camino hacia el Gólgota. Le clavaron en la cruz. Pero y en la cruz mucho no permaneció. Él solo se desclavó. ¿Cómo? Saliendo de Su cuerpo y yendo donde José de Arimatea. Le enterraron y sellaron el sepulcro. Pero y de ahí salió. Él no quería dejar Su cuerpo en el sepulcro, porque este era vivo. Él solo le resucitó. El ángel que causó Su muerte, llevó Su alma al infierno, pero y aquí Cristo no permaneció mucho. Con Su entrada en el infierno, Él causó toda una revolución – Él removió todos sus habitantes y los soltó en libertad. No penséis que después de Su resurrección Cristo estaba solo – en el infierno Él fue jefe de toda una hueste de ángeles, que limpiaron el infierno de todos los prisioneros. Con todo esto Cristo comprobó que el fuerte no puede ser mantenido en una cruz, ni tampoco puede ser encerrado en un sepulcro. El fuerte no muere – él resucita y da vida y a los demás. Cristo era el corazón de Dios y por eso Él resucitó. El corazón de Dios no puede morir. Y él regresó ahí de donde había venido. Pero con toda esta tragedia que se jugó en el Gólgota, Él infundió una nueva sangre en las venas agotadas de la humanidad y dio un impulso nuevo a la circulación sanguínea Divina de la vida. Durante Su venida hace dos mil años en la Tierra, Cristo nos mostro solo uno de los lados de Su imagen. Nosotros vemos a Cristo en humillaciones y aflicciones, en sufrimientos y pruebas. Nosotros Le vemos como un héroe de la redención. La gente no conoce todavía a Cristo en Su Gloria, en Su Poder y Fuerza Divinos. ¡Fuerte y potente es ahora Cristo! En el pasado pincharon la mano del Cristo con clavos. ¡Pero hoy nadie puede pinchar esta mano con clavos – estos al instante se van a derretir! En el pasado crucificaron a Cristo sobre una cruz, pero hoy no hay un árbol tan grande sobre el cual puedan crucificarle. ¡Cristo no puede ser crucificado por segunda vez! Este Cristo viene ahora para visitar las mentes y los corazones humanos. Él derrumbará todas las prisiones, borrará todas las enseñanzas falsas – todo aquello lo que destruye la mente y el corazón humano, lo que siembra perturbación y desorden, lo que inmoviliza la vida humana. Él es el Cristo vivo Quien introduce vida, luz y libertad para todas las almas, Quien eleva y despierta en ellas Amor hacia todo. Cuando digo que Cristo viene ahora, algunos piensan que Él vendrá por fuera. Cristo no va a venir por fuera, Él no va a venir ni en forma humana, ni en cualquier otra forma. Cuando los rayos solares entran en vuestros hogares, ¿significa esto que el Sol mismo os ha visitado? Recordad: Cristo es manifestación del Amor Divino. Y Él vendrá como luz interna en las mentes y los corazones de la gente. Esta luz atraerá a todos alrededor de Cristo como un gran centro. La apertura de las mentes y los corazones humanos, y la aceptación del Cristo por dentro – esto será la segunda venida del Cristo en la Tierra. Pero si no Le aceptan de esta manera, la gente seguirá con esta vida de desamor, de sufrimientos y desdichas, de creencias externas, supersticiones y engaños. Cautivados por estas creencias externas, mucha gente religiosa hoy tropieza, diciendo: “Cristo ha proclamado las buenas nuevas hace dos mil años. Él ha dicho lo que tenía que decir y ahora ha ascendido al Cielo, hasta que venga la Segunda venida, cuando vendrá de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos”. Pero yo os digo: ¡Cristo, en tiempo y espacio no ha proclamado las buenas nuevas! Nosotros no miramos a Cristo y Su Enseñanza como algo pasado. Nosotros no miramos a Cristo y Su Enseñanza como algo que vendrá en el futuro. ¡Nosotros miramos a Cristo y Su Enseñanza como un eterno presente! He aquí porque, no solo durante Su predicación de tres años, sino durante dos mil años Cristo no ha cesado de hablar. Y si se pudiera restaurar todo aquello que Él ha hablado durante los tres años en los cuales ha predicado a la gente de aquel tiempo, si se pudiera restaurar y aquello que Él ha hablado durante estos dos mil años, la gente hubiera tenido un conocimiento valioso. Pero y de esto, lo que Cristo ha hablado durante los tres años de Su predicación, muy poco ha sido guardado – solo fragmentos. Y muchos de los mensajes de Pablo, como también y de los demás apóstoles, se han quedado escondidos para el mundo. Estos, sin embargo, algún día saldrán a la luz al mundo. Estos y ahora se revelan, pero solo a los discípulos avanzados. ¿Pensáis, por otra parte, que Cristo sacó toda Su Enseñanza? En comparación con eso que Cristo traía, Él dio muy poco a la gente de aquel tiempo. La gente de aquel tiempo no estaba lista para ciencia. He aquí por qué, Él les hablaba con parábolas. Cristo no quería poner Su arma en las manos de los ignorantes para que la volteen contra Él. ¿Pensáis que si hoy viene Cristo, Él hablará así como ha hablado hace dos mil años? De otra manera hablará hoy Cristo. Él predicará, antes que nada, la Gran Ciencia del Amor y los métodos para su aplicación. Él predicará el camino del discipulado, la hermandad y el servicio. Porque la Ley de la Evolución hoy requiere esto. Y ahora el Gran Maestro se vuelve hacia todas las almas despiertas, proclamándoles las bases de la nueva manera de dar las buenas nuevas: “¡Que todos sean discípulos diligentes, hermanos buenos, siervos fieles y verdaderos!” Porque solo aquellos que son discípulos diligentes, hermanos buenos y servidores verdaderos, pueden ser creadores de la nueva cultura, en la cual Cristo vivirá en cada hombre y entre toda la gente. No creyentes ordinarios quiere hoy Cristo, no gente que guerrea uno contra otro, no amos y pontífices, sino hombres verdaderos – creadores de lo Nuevo, discípulos, hermanos y servidores. No gente que constantemente Le crucifica dentro de sí misma quiere hoy Cristo, sino hombres que Le acepten para que viva con ellos y entre ellos, que sean uno con Él. Hoy Cristo proclama una Cultura sin crucifixiones, una Cultura de la Resurrección. Porque nosotros vimos cuáles son los resultados de la cultura contemporánea, creada por la gente que crucificó al Cristo. Ha llegado el tiempo de que se pongan los fundamentos de una Cultura Nueva, la cual será edificada no por gente que se inclina al Cristo crucificado, sino por hombres-hermanos en los cuales vive el Cristo resucitado – el Cristo vivo del Amor. La base de esta Cultura será el Amor. Porque el Amor es la única fuerza, que puede hacer a los hombres discípulos diligentes, hermanos buenos, servidores fieles y verdaderos, creadores de la Nueva vida. Esto es lo Nuevo que Cristo trae hoy a la humanidad. Este es el Verbo de la Gran Hermandad Universal, esto es lo que el Maestro habla. ¿Pero no se van entonces muchos creyentes, que se nombran a sí mismos cristianos, a tentar por Su verbo? ¿Y Le reconocerán? Ellos seguirán disputando sobre el Cristo “crucificado”, “histórico” y “cósmico”, sobre el Cristo así como Le conciben las diferentes iglesias, pero el Espíritu de Su verbo viviente quedará ajeno para ellos. Por eso os digo: ¡Dejad estas definiciones y separaciones del Cristo! Sepan que hay solo un Cristo del Gran Amor, Quien ahora actúa en el mundo, Quien actúa en las almas de los hombres. De este Cristo os hablo yo – no del Cristo “histórico” o “crucificado”. Por fin, como una persona histórica la gente Le conoce suficiente, pero como un Amor vivo no Le conoce. Del Cristo vivo os hablo yo, de aquel Cristo, Quien lleva en Sí Mismo vida, Quien trae el conocimiento y la luz vivos, Quien trae la verdad y la libertad. De aquel Cristo, Quien trae todos los métodos para la edificación de la vida razonable. Él es el Gran Cristo que se llama Cabeza de la Gran Hermandad Universal. A Él le conocen todas las almas grandes y entre ellas no existe contienda ninguna: quién y cómo es Él, cómo era, dónde está ahora, qué lugar ocupa en “la Jerarquía de los Maestros”, etc., etc. Ellos no disputan, porque saben en absoluto, qué lugar en el Todo ocupa Cristo, así como saben cuál es el lugar y de la demás gente grande que ha aparecido y aparece en el mundo. ¡A este Cristo deben conocer los hombres hoy! ¡A Él deben ver ellos – que Le vean y conozcan! Porque muchos quieren convencernos de que sin ver al Cristo y conocerle internamente, podemos ser cristianos verdaderos. Yo, sin embargo, sostengo que si un hombre no ve al Cristo, nada puede llegar a salir de él. Pero, para que un hombre vea al Cristo, él debe tener una mente, un corazón, un alma y un espíritu como los Suyos. Todos, a quienes Cristo se ha aparecido, antes de alcanzar este estado, han caído con el rostro hacia la tierra. ¿Y qué puede hacer un hombre caído? El hombre debe beber de la fuente misma y no del río que está turbio, porque en este han entrado muchas otras mezclas. Encamínate por el camino que guía hacia esta fuente – el camino es un poco difícil y largo, pero en cambio beberás agua viva de la fuente misma, la cual refrescará para siempre tu mente y tu corazón. Delante de tu vista se descubrirán visiones amplias no vistas hasta entonces. En esta montaña, donde brota la fuente viva, tú oirás la voz de Dios. ¡No desees quedarte ahí, pero baja a donde tus hermanos! Baja y aplica como un discípulo, como un hermano y como un servidor, el Verbo vivo de tu Padre Celestial, Quien te ha atraído con los hilos de Su Amor. Estos hilos están en las manos del Cristo, el manifestado Dios del Amor.

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