miércoles, 12 de noviembre de 2014

Aprendiendo…



Un día me desperté sola, enorme el lecho…
Un día supe que en mí estaban las respuestas,
plantar los rosales, podar el césped,
cambiar lámparas, la laminas de zinc del techo… las ventanas. 
Otro día averigüé que las provisiones 
se adquirían en los supermercados, 
desconocidos mundos, irreales: 
leche, frutas, vegetales, cereales,
todo ordenado en relucientes carretillas. 
Al siguiente descubrí la cocina, 
microondas, nevera, licuadora, tostador.
 Había que comer, beber, sobrevivir, 
seguir en la lucha hasta morir.
Y otro más me senté a escribir,
 temiendo que las palabras se me escaparan
 por la oquedad que quedó en mi cabeza,
un año más tarde tenía un libro.
 Pero la impresora no funcionaba
 y los virus acechando en el disco duro,
y las memorias USB 
y los discos para la unidad de CD
Descubrí cerca de casa las ferreterías,
centros de computación, donde reparan artefactos raros. 
Aprendí a negociar los precios con el pintor, 
tuve que cambiar el carro y negocié el precio del anterior.
He caminado por mundos nuevos.
Soy hombremujer de mi casa,
Sola, con mi gata negra que ronronea
encima del CPU.
Construyo mi vida sola, me veo y no me reconozco.
Ahora sé de tuberías PBC, láminas de fiberglass
y alarmas para carros, vidrios polarizados.
Conduzco sola más de cien kilómetros
y regreso contenta, mientras mis hermanas
horrorizadas claman: búscate un chofer.
Retorno llena de begonias, peonías y rosas,
veraneras de todos los colores, grandes, alegres.
Planto el rosal y sigo escribiendo:
termino el segundo libro de esta etapa.
Subo un avión, me despierto en Madrid o Londres,
Washington o Nueva Orleans.
Viajo con poca ropa, ligera de equipaje,
pero cargada de libros para compartir.
Y al final del día repaso mi nueva vida.
Ha sido duro el andar,
mis ojos ya no son los mismos.
Despierto y sé que ya no temo a nada!

Isolda Rodríguez Rosales, de NAVEGANTE SIN TIEMPO
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