• por maria alita sugo francia el noviembre 8, 2014
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• La sexualidad...
Cuando
una mujer hace el amor con “penes emocionales”, con penes compulsivos y
egoístas, que no saben estar presentes amorosa y desinteresadamente dentro de
su vientre, está acentuando la herida.
El contacto con el pene de un
hombre que ha sanado o que está en el camino consciente de sanación, que ha abierto
su corazón, que ha integrado en él mismo la energía femenina, la energía de la
Diosa, comienza, sin embargo, a purificar el vientre femenino.
El
cuerpo es un símbolo y el vientre, el útero femenino, es el símbolo de la
conexión con lo no manifestado, la Diosa.
El
vientre femenino ha sido agredido durante miles de años, por el mundo masculino
y la energía metálica separada del corazón y la Madre Tierra que ha dominado
nuestra civilización. Y aún hoy sigue siendo agredido terriblemente en nuestra
“avanzada” civilización.
Se le
agrede cuando el hombre sigue utilizándolo para descargar toda su frenética
compulsividad mental, cuando tantos y tantos hombres se masturban dentro del
vientre de una mujer y a eso le llaman hacer el amor.
Le
agrede la propia mujer cuando permite que cualquier hombre entre dentro de
ella, y cuando ella misma copia los patrones sexuales masculinizantes,
dirigiéndose a una sexualidad superficial (clitoridiana) y convirtiéndose en
ese tipo de mujer, tan común hoy en día, que utiliza activamente la sexualidad
desligada del sentimiento.
Se le
agrede por supuesto en los hospitales, en el llamado “parto tecnológico”
dominante hoy en día, donde tantas y tantas mujeres paren de forma antinatural
y son sometidas a la atrocidad de la episiotomía y otras aberraciones médicas,
en aras del la “efectividad técnica”.
Se la
agrede cuando se ha inventado la píldora, que destruye el ciclo femenino, o
todos los otros sistemas anticonceptivos intrusivos en el cuerpo de la mujer,
curiosamente siempre sistemas para la mujer, ¿porqué no para el hombre?.
Se
agrede el vientre femenino, cuando se ha hecho creer a la mujer que su regla es
un trastorno, una molestia “que tiene que sufrir” y que la impide actuar en un
plano de “igualdad” con el hombre.
Cuando
se la ha hecho separarse del momento sagrado que es la menstruación y a base de
“tampax” apartarse e incluso repudiar su propia sangre.
Podríamos
continuar con un sin fin de agresiones más de una civilización masculina que,
desde su “omnipotente” hemisferio izquierdo, ha cometido y sigue cometiendo
para controlar y aplastar a la Diosa, a la cual ha temido y no ha entendido.
No es
de extrañar que nuestra civilización esté destruyendo la Tierra, siendo la
Tierra la expresión por excelencia de la energía de la Diosa.
Es
necesario que el vientre femenino sea sanado de todo el dolor, de todo el miedo
y de todo el rencor, del karma colectivo, de miles de años de aplastamiento de
lo femenino, de desprecio y de agresión a la Diosa.
Existen
diferentes formas, y lo que podríamos llamar técnicas de sanación, que
desembocan todas en tomar consciencia de la verdadera identidad, despejando
todas las creencias erróneas sobre uno mismo incrustadas en nuestra
mente-cuerpo.
El
mismo acto sexual, en la forma tántrica, es una potente forma de
sanación.
La
sexualidad tántrica puede ser una ayuda poderosa en el camino de sanación del
vientre femenino, pues revierte el proceso de la enfermedad del desamor que
inunda las células del vientre femenino.
Cuando
una mujer hace el amor con “penes emocionales”, con penes compulsivos y
egoístas, que no saben estar presentes amorosa y desinteresadamente dentro de
su vientre, está acentuando la herida.
El
contacto con el pene de un hombre que ha sanado o que está en el camino
consciente de sanación, que ha abierto su corazón, que ha integrado en él mismo
la energía femenina, la energía de la Diosa, comienza, sin embargo, a purificar
el vientre femenino.
Comienza
a darle “nueva información”, esta vez desde la consideración, desde el amor.
Por eso es muy importante para cualquier mujer en el camino de sanación
consciente, ser cuidadosa en sus relaciones.
No se
trata de represión, de negar ahora el derecho de libertad sexual, tan
arduamente conseguido; sino de una toma de consciencia de “lo que estamos
haciendo”.
Pasado
el tiempo, tan necesario, después de siglos de locura de represión, de la
liberación sexual de los hippies, estamos ahora en otro lugar, donde debemos
empezar a tomar responsabilidad sobre las verdaderas consecuencias de lo que hacemos.
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