¡OH! Divino y Justo Juez, hacedor
de cielo y tierra, protector universal donde todo bien se encierra, Rey de
Reyes, sin igual juez de suprema virtud que a las almas dais salud con tu poder
paternal. ¡Oh! Señor redentor mío salvador del universo, por vuestro infinito
amor defiéndeme del adverso, vos me guiaréis; sois mi luz, mi protector y mi
gloria vuestro infinito amor. Defiéndeme en toda hora ¡Oh! Señor omnipotente
clementísimo Jesús, mándame una buena muerte por la que tú padeciste y
tormentos que sufriste clavado en la santa cruz. Prepárame un santo, padre,
igual al que convirtió a tus amados apóstoles Santo Tomas y San Pablo; líbranos
como libraste a Santa María Magdalena y otras Vírgenes varias, haz que mi vida
sea buena sin ser de obras temerarias, favoréceme de cuestas, de caminos
peligrosos, de las crueles prisiones, de los ríos caudalosos, de todos mis
enemigos perturbación de demonios; de ladrones, malas lenguas y de falsos
testimonios, líbrame oh supremos ser de caer en pecado mortal, pues este es el
mayor mal que en este mundo puede haber. Haz que mis enemigos no tengan ningún
poder, sean visibles o invisibles; que nunca me puedan vencer, no me hayan no
me hayan de ver sus ojos ni de alcanzarme sus pies, no me toquen con sus manos
y puesto que eres mi juez, haz que no me hablen blasfemias y si quisieran
herirme se hagan pedazos sus lanzas; que se roten los sables, que se doblen los
cuchillos; armas de fuego no disparen.
A vos señor, os suplico que
ningún enemigo mío tenga que dañarme a mi. Que ninguno tenga algún poder sobre
mi, solamente Tu Señor… porque tú eres mi Juez, mi Padre, mi Redentor. Tenedme
vos escondido con esa llaga sagrada de Tu Divino Costado y en aquel velo
sagrado del Santísimo Sacramento, os suplico Padre amado que sea mi cuerpo cubierto, que no sea herido, ni muerto, ni preso, ni cautivo, ni puesto en
las manos de ningún enemigo. Sean mis enemigos vencidos.
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