Breve historia.
En 1630, la carreta que
transportaba la imagen se detuvo en los pagos de Luján (Buenos Aires). La
Virgen nunca se movió de aquí. De ninguna manera dejó mover las carretas.
Cuando colocaban la imagen la carreta no marchaba. Con el resto de los bultos,
pero sin la imagen, sí marchaban. Fue un signo clarísimo que quería quedarse
allí. En torno de ella se fundó y creció una de las ciudades más reconocidas de
este país. La imagen venía de Brasil (Paracaiba) y viajaba por encargo de un
portugués hacia Sumampa, Santiago del Estero (Argentina).
Está construida por
un alfarero con arcilla brasileña cocida. Tiene 38 centímetros de alto. Su
manto azul está caído, salpicado de estrellas blancas y es la túnica
encarnada.
Para resguardar la estatuilla original, el padre Jorge Salvaire le
hizo colocar una campana de plata que le dio la forma característica que hoy se
conoce mundialmente.
El Negrito Manuel
. Desde que llegó a la Argentina,
este hombre dedicó toda su vida, a cuidar a la Virgen de Luján. Lo trajeron
desde África y lo vendieron como esclavo en Brasil. A los 20 años de edad,
llegó al Río de la Plata en la embarcación en donde venía la Bendita imagen, y
presenció el milagro en la estancia de don Rosendo.
No se sabe quien era su
dueño, pero Manuel permaneció en la estancia cuidando la imagen, y consagró su
vida a la atención de la Santísima Virgen.
Dice la tradición que Manuel,
realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla. La pequeña
imagen era vista por muchas personas que eran socorridas milagrosamente por
Ella. Es decir, salía de noche para dar consuelo a los afligidos y aparecía por
la mañana con el rocío de la noche, los abrojos y espinas del campo adheridos a
su manto. Manuel guardaba de los viajes de la Virgen de Lujan esos abrojos que
se desprendían de su vestido. Hasta el fin de sus días cuidó de la Virgen de
Luján.
Poesía a la Virgen de Luján
(Ismael Navarro Puentes)
Señora
de la pampa,
vigía del malón.
Madre de Dios que en el desierto acampa,
¡Virgen del carretón!
Lazo blanco y azul del clavijero
en la guitarra, Tú.
Tú
que azulas el alma del trovero
que sueña al pie del solitario ombú. Inspiración
divina en las payadas
del gaucho trovador.
Dulce vihuela de las enramadas,
¡vidalita de amor!
Tú que en el alma de mi pueblo cantas
la canción de la
luz.
¡Tú que en nuestras caídas nos levantas
y nos llevas la cruz!
Tú que
templas las fibras populares,
bendice nuestro pan
¡Reina en nuestros hogares,
Señora de Luján!
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