martes, 12 de agosto de 2014

VIRGEN DE LUJAN


Breve historia. 
En 1630, la carreta que transportaba la imagen se detuvo en los pagos de Luján (Buenos Aires). La Virgen nunca se movió de aquí. De ninguna manera dejó mover las carretas. Cuando colocaban la imagen la carreta no marchaba. Con el resto de los bultos, pero sin la imagen, sí marchaban. Fue un signo clarísimo que quería quedarse allí. En torno de ella se fundó y creció una de las ciudades más reconocidas de este país. La imagen venía de Brasil (Paracaiba) y viajaba por encargo de un portugués hacia Sumampa, Santiago del Estero (Argentina).
Está construida por un alfarero con arcilla brasileña cocida. Tiene 38 centímetros de alto. Su manto azul está caído, salpicado de estrellas blancas y es la túnica encarnada.
Para resguardar la estatuilla original, el padre Jorge Salvaire le hizo colocar una campana de plata que le dio la forma característica que hoy se conoce mundialmente.
El Negrito Manuel
. Desde que llegó a la Argentina, este hombre dedicó toda su vida, a cuidar a la Virgen de Luján. Lo trajeron desde África y lo vendieron como esclavo en Brasil. A los 20 años de edad, llegó al Río de la Plata en la embarcación en donde venía la Bendita imagen, y presenció el milagro en la estancia de don Rosendo. 
No se sabe quien era su dueño, pero Manuel permaneció en la estancia cuidando la imagen, y consagró su vida a la atención de la Santísima Virgen. 
Dice la tradición que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla. La pequeña imagen era vista por muchas personas que eran socorridas milagrosamente por Ella. Es decir, salía de noche para dar consuelo a los afligidos y aparecía por la mañana con el rocío de la noche, los abrojos y espinas del campo adheridos a su manto. Manuel guardaba de los viajes de la Virgen de Lujan esos abrojos que se desprendían de su vestido. Hasta el fin de sus días cuidó de la Virgen de Luján.
Poesía a la Virgen de Luján
(Ismael Navarro Puentes)
Señora de la pampa, 
vigía del malón.
Madre de Dios que en el desierto acampa, 
¡Virgen del carretón!
Lazo blanco y azul del clavijero
en la guitarra, Tú.
Tú que azulas el alma del trovero
que sueña al pie del solitario ombú. Inspiración divina en las payadas
del gaucho trovador.
Dulce vihuela de las enramadas, 
¡vidalita de amor!
Tú que en el alma de mi pueblo cantas
la canción de la luz.
¡Tú que en nuestras caídas nos levantas
y nos llevas la cruz! 
Tú que templas las fibras populares, 
bendice nuestro pan
¡Reina en nuestros hogares, 
Señora de Luján!


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