por José García
Álvarez el junio 11, 2014
Un nuevo artículo, esta vez
sobre un tema que a muchos de vosotros supongo que os apasiona: el de la muerte y el de la reencarnación y que
como sabéis esta última, según nos define la popular Wikipedia, no es otra cosa
que la creencia consistente en que una esencia
individual de las personas (mente, alma, consciencia, energía) vive en un
cuerpo material en la Tierra no sólo una vez sino varias. Sin más
preámbulos demos paso al tema, que estoy seguro no os dejará indiferentes.
…
MUERTE Y REENCARNACIÓN
Me hubiera
gustado ser médico. Pienso que es una labor maravillosa: estar a la puerta de
la vida en la que todo bebé entra llorando y, sobre todo, coger con amor la
mano del moribundo que se dispone a abandonarla, para decirle que no tenga
miedo, dudas o desesperanza, puesto que nada malo le acecha en ese tránsito.
En ese
momento decisivo en el que va a emprender el “último viaje”, trataría de
convencerle de que han mentido todos aquellos que tratan de inculcar a tantos,
la idea de la nada tras la muerte física o que esperen espantosos infiernos con
temibles demonios. Porque ahora es cuando será verdaderamente libre, y “al otro
lado” sólo encontrará verdaderos amigos y parientes que le precedieron,
indiferentes por completo a las ideologías que tanto confunden a los hombres de
“este lado”, con su “ego” dispuesto a ser impuesto siempre al de su prójimo,
que también pretende conseguir lo mismo.
…
Me hubiera
gustado ser médico, vuelvo a decir. Pero, al ser otra mi función en este mundo,
que también ha llenado largos años de mi vida, he debido conformarme y buscar
senderos del conocimiento, donde pude encontrar un párrafo escrito en el tiempo
inmemorial de las galaxias e impreso en los corazones de los que son ajenos al
tiempo como límite y al espacio como contención. Tal vez sea adecuado
transcribirlo:
“El hombre sabio salió a ver atardecer sobre los campos. Se detuvo frente a
la mies y vio que las espigas estaban maduras. Por un extremo del sembrado, el
espectro de la muerte había comenzado la siega, blandiendo la guadaña de
izquierda a derecha, rítmicamente. Hasta el hombre sabio llegaba el miedo de la
mies que faltaba por segar, pero las espigas que yacían en tierra ya no temían
a la muerte, porque esperaban una nueva sementera.”
Yo no creo en
la muerte, ni le tengo el menor miedo. Temo más al dolor, a la preocupación y a
las perturbaciones que pudiera originar, en el transcurso del proceso, a los
seres que me rodean y me quieren. Particularmente, a los que no saben o no
asimilan la Verdad, que son los que más sufren.
Yo creo que
la vida va hacia la muerte, sí; pero, la muerte, a su vez, va hacia la vida. Yo
pienso que todo cambia, salvo la Ley que determina la eternidad de lo creado.
Yo siento que todo es hoy y todo será mañana. El mañana será diferente, pero
también será siempre, el todo de ayer, con nuevas formas, nuevos colores, nueva
linfa, nueva conciencia, nueva vida y nueva obra. Yo estoy seguro de que la
muerte empuja a la vida hacia nuevos senderos más luminosos, y que la verdadera
vida emerge de la muerte. Despojándola de los hábitos materiales, deviene real
y existente, sabedora de ser una sola cosa con la vida del Cosmos. Yo veo a la
muerte, pues, como una amiga generosa.
Creo también
en la multiplicidad de vidas, es decir, en la reencarnación sucesiva de la
entidad espiritual de cada uno. Una sola vida, como única ocasión, no resuelve
las comparaciones injustas entre un rico y un pobre, un sano y un enfermo, un
hermoso y un contrahecho, un sabio y un imbécil, un normal y un deficiente
psíquico, el que vive noventa años y el que muere a los siete días de
nacer…Entre otras muchas. No tiene el menor sentido.
Yo sé y creo,
que todo ser humano tiene que volver repetidas veces, por lo menos siete en
cada generación, sin que pueda tener conciencia de ello, para que las pruebas
de una vida no puedan influir ni interferir en la de otra, más allá del empuje
espiritual de lo aprendido en la anterior, válido para la siguiente, a nivel
inconsciente. Creo que esa es la Ley que rige la economía de la Causa y el
Efecto, la Ley que instruye los mecanismos del Juicio personal y la Justicia.
Yo creo, que cada uno de nosotros es juez de sí mismo y ha de someterse a la
Ley del Karma, de la que nadie puede escaparse.
Esta Ley me
dice bien claro: Que lo que siembre, recogeré. Y lo que recoja ahora,
marcará el destino de mi mañana. Lo que yo haga hoy a los otros, mañana otros
me lo harán. En esta vida o en otra posterior. Si siembro cebollas, no
puedo esperar recoger rosas. Quien mata, no puede impedir que le maten. Quien
roba, no puede evitar ser robado. Quien odia, será odiado. Quien traiciona,
recibirá la misma moneda. Una vida vivida justamente no dejará de tener el
premio de la felicidad y la paz.
Los que
sufren tribulaciones en esta vida, no las sufren por casualidad. La casualidad
no existe. Sí, la causalidad. Por eso, si yo trabajo para los otros, mañana los
otros trabajarán para mí, y si yo alivio a otros de sus cargas en esta vida, es
inevitable que los otros, después, me aliviarán a mí. Esa es, repito, la Ley de
Causa y Efecto, que tantas veces viola la Ciencia sin conciencia. Porque esa es
la Ley de la Justicia de Aquél que yo siento en lo Profundo.
Yo seré el
juez más severo de mis propias acciones, una vez desencarnado. Entonces, seré
yo el que elegiré para la próxima existencia, las pruebas para purgar mis
culpas no canceladas, así como el lugar donde habré de desarrollarlas y los
seres con los que habré de relacionarme, que, en su mayoría, serán los mismos
de otras existencias con funciones diferentes. Todo en consonancia con las
necesidades de la programación: mía y de los demás.
Se me podría
preguntar por qué venir tantas veces, si se ve a la gente repetir siempre las
mismas cosas, cometer siempre los mismos errores. La verdad es que la Creación
es una continua emanación, un caminar de infinitos seres, por múltiples caminos
de aprendizaje, desde su proceso larvario hasta su logro angélico. Cada uno de
nosotros está en el lugar que le corresponde por su grado de evolución y
siempre debe ir esforzándose para ascender camino de la Divinidad. Salvo
algunos, relapsos, que prefieren retroceder y volver a empezar. Esos tardarán
mucho más tiempo.
Como uno de
mis trabajos, en esta vida de ahora, ha sido la de ser Maestro de niños,
trataré de explicar la necesidad re encarnativa con una comparación a ese
nivel, en la misma forma que me fue contada por mi gran amigo Eugenio Si Ragusa,
ya difunto:
Un niño fue
por primera vez a la escuela. Era muy pequeño y sus conocimientos no pasaban de
la experiencia infantil. Su Maestro (que era Dios) le puso en la primera clase
y le pidió que aprendiera las siguientes lecciones:
. No matarás.
. No harás
daño a ningún ser viviente.
. No robarás.
El niño, ese
día, aprendió a no matar, pero aún era cruel y robaba. Al final de la jornada
le había salido barba y era de color gris. Entonces su Maestro le dijo:
“Has
aprendido a no matar, pero no has aprendido las otras lecciones. Vuelve
mañana.”
Al día
siguiente volvió. Nuevamente era un niño. Y su Maestro (que era Dios) lo puso
en una clase más adelantada y le dio otras lecciones para aprender:
. No debes
hacer daño a ningún ser viviente.
. No debes
robar.
. No debes
mentir.
También en
ese día dejó de ser cruel, pero le volvió su barba gris y aún seguía robando y
mentía. Al final del día, su maestro le dijo:
“Has
aprendido a no ser cruel con tus semejantes, pero no has aprendido las otras
lecciones. Vuelve mañana.”
Al día
siguiente volvió de nuevo y seguía siendo niño. Su Maestro (que era Dios) le
puso en una clase otro poco más adelantada y le dio estas lecciones para
aprender:
. No robarás.
. No
mentirás.
. No debes
desear lo que pertenece a los otros.
Aprendió a no
robar, pero aún mentía y deseaba lo de los otros. Tuvo que volver. Y, así,
mientras le quedaban lecciones por aprender, su Maestro (que era Dios) le decía
una y otra vez:
“Vuelve,
pequeño mío. Vuelve mañana.”
He aquí, lo
que yo he leído en los rostros de los hombres, en el libro del mundo, en las
estrellas del cielo.
Sé que yo, y
sólo yo, seré el artífice de mi destino. Sea para bien o para mal, yo trazo hoy
el sendero que recorreré mañana, y en esta existencia edificaré la próxima. Mi
Yo Superior, Ese que Soy en verdad dentro de este cuerpo de carne que utilizo
ahora, sobrevivirá siempre en la eternidad. No puedo hacerme ninguna ilusión de
poder escapar a los efectos de la causa que haya provocado, ya sea negativa o
positiva. Los efectos posteriores serán más duros para mí, si las causas que
los hayan producido se repiten, desobedeciendo a la conciencia iluminada por la
consciencia. Yo sé que errar es imprescindible para conocer. Sin embargo,
perseverar conscientemente en el error, significa ir al encuentro de pruebas
durísimas, cargadas de dolor y de sufrimientos difícilmente evitables. El mal
que yo cometa como consecuencia de la repetición pertinaz de las causas
negativas, no me será perdonado por quien preside la ley evolutiva de las cosas
creadas. Por eso, me es tan necesario conocer y asimilar esta verdad eterna, si
quiero ascender hacia la real felicidad del sublime Bien.
Así pues, mi
vida de hoy la edifiqué ayer, y la vida de mañana la edifico hoy. Tengo plena
conciencia de esto.
Que Dios,
nuestro Padre Creador, os bendiga, os proteja y os cuide.
José García Álvarez
"Yo creo que la vida va hacia la muerte, sí; pero, la muerte, a su
vez, va hacia la vida. Yo pienso que todo cambia, salvo la Ley que determina la
eternidad de lo creado. Yo siento que todo es hoy y todo será mañana"
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