por Hiliana
Arciniegas el febrero 6, 2015
“Las
regiones se suceden sobre la tierra, las generaciones pasan y las recién
venidas creen, en su orgullo, poder despreciar los conocimientos antiguos. Por
encima de todas las cuestiones, los errores y las sectas, se yergue inmovil la
Esfinge que responde con un desconcertante ¿Que soy? a los ignorantes que
blasfeman de la ciencia.
Los templos pueden ser derribados, pueden
los libros desaparecer sin que los conocimientos superiores adquiridos por los
antiguos, hayan de ser olvidados. La Esfinge queda y basta.
Símbolo de la unidad, resume en si las
formas más dispares entre sí. Símbolo de la verdad, muestra la razón de todos
los errores en sus mismos contrastes.
Símbolo de lo Absoluto, exhibe el
cuaternario misterioso.
Mi religión es la única verdadera, grita el
fanático cristiano. La vuestra es obra de un impostor, solo la mía viene de
Dios, responde el judío. Todos vuestros libros santos son copias de nuestra
revelación, escribe un indio. Todas las religiones son mentiras, nada existe
fuera de la materia, los principios de todos los cultos, proceden de la
contemplación de los astros; unicamente la ciencia es verdadera, sostiene el
sabio.
Y la Esfinge se yergue sobre todas las
disputas, inmovil, resumen de la unidad de todos los cultos y de todas las
ciencias.
Muestra al cristiano el ángel, el águila,
el león y el toro que acompañan a los evangelistas; el judio reconoce el sueño
del judío Ezequiel; el indio, los secretos de Ada-Nari, y el sabio al pasar
altanero y desdeñoso, encuentra bajo todos estos símbolos las leyes de las
cuatro fuerzas elementales: magnetismo, electricidad, calor y luz.
Indeciso en su marcha, el futuro iniciado
interroga a la Esfinge y esta le dice:
“Mírame: tengo una cabeza humana en la que
reside la sabiduría, como indican los adornos de iniciado que lleva. La Ciencia
conduce mi paso en la vida: pero sola es pequeña su ayuda. Estoy armada para la
acción nada resiste a mi audacia guiada por la ciencia.
Pero estas patas son sólidas porque están
unidas a mis flancos de Toro. Cuando comprendo una acción, sigo laboriosamente
el trabajo con la paciencia de un buey que traza un zurco. En los momentos de
desfallecimiento, cuando el desmayo va a invadirme y mi cabeza se siente débil,
agito mis alas de águila, alcanzo el dominio de la intuición, leo en el corazón
del mundo los secretos de la vida universal, y puedo continuar mi obra
calladamente.
Mi cabeza te recomienda saber, mis garras,
osar, mis flancos, querer, y mis alas callar.
Sigue mis consejos y la vida te parecerá
justa y bella.”
“Tratado elemental de ciencia oculta: La
Esfinge”; Papus
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