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"A
diferencia de cuando se cumplen los cincuenta, pasar la menopausia es un
episodio muy privado. Para la mayoría de las mujeres, la menopausia llega sobre
los cincuenta, cinco años más, cinco años menos; digamos entre los cuarenta y
cinco y los cincuenta y cinco años. Generalmente es la mujer quien decide que
ha pasado la menopausia y le ha llegado el momento de cambiar de bando cuando
lleva sin menstruar durante un año.
No
obstante, la mayoría de las mujeres experimentan ciertas irregularidades que
dificultan el poder ser exactos. Hay períodos regulares en que la menstruación
cesa, para volver a iniciarse luego, y suelen observarse con frecuencia
pérdidas durante cortos períodos. Para complicar todavía más el asunto, los
tratamientos terapéuticos de sustitución hormonal pueden provocar la
menstruación, mientras que la extirpación del útero o la quimioterapia hacen
cesar la menstruación de manera artificial.
Ciertas
mujeres perimenopáusicas lamentarán el fin de sus años fértiles, pero habrá
otras que se sentirán liberadas. Algunas quizá se preocupen por la posibilidad
de quedar embarazadas durante la menopausia, otras, en cambio, desearían que
así fuera. Es verdad que entre los síntomas se da un cierto malestar físico y
psicológico; y la reacción de los demás, especialmente la de los hombres, hace
de la menopausia un acontecimiento fisiológicamente confuso que la mayoría de
mujeres no celebran.
Sin
embargo, el panorama no es así necesariamente. Han existido, y todavía existen,
culturas que muestran su respeto hacia las mujeres mayores o sabias, cuya
menopausia se convierte en el momento que marca la transición hacia una
condición nueva y honorable. Esto es lo que sucede cuando se considera que las
mujeres se reflejan positivamente en la naturaleza, y viceversa. Como ocurre en
muchas de las tradiciones tribales de los indígenas americanos, la menarquía
(el inicio de la menstruación) y la menopausia marcan las transiciones
principales de este importante ciclo (los misterios de la sangre) que vincula a
las mujeres, la luna y la divina feminidad.
Sea en
su aspecto de cuarto creciente o cuando se muestra llena y esplendorosa,
sabemos que observamos sólo una faceta de la esférica luna. Del mismo modo, los
antiguos veían a la diosa como una, aun siendo tripartita dadas sus tres
facetas de doncella, madre y anciana. Observaban los ciclos de la luna, de las
estaciones y de la fertilidad de la tierra, y también los ciclos de los cuerpos
de las mujeres, que compartían sus mismas características.
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En la
antigüedad y en las tradiciones indígenas, cuando una niña empezaba a sangrar,
se convertía en una mujer que iniciaba la etapa de doncella, el equivalente
metafórico a la luna creciente. Un ritual marcaba su nueva condición. Después
del comienzo de la menstruación, sus períodos menstruales entraban en sincronía
con el de otras mujeres (como ocurre con las mujeres que comparten dormitorio o
piso de estudiantes) y con la luna. De esta manera, la joven sangraría una vez
al mes durante su menstruación o «período lunar» hasta que quedara embarazada.
Su primer embarazo era una iniciación a la segunda etapa de la vida,
correspondiente a la luna llena y la segunda faceta de la diosa tripartita. Cuando
quedaba embarazada, se decía que retenía la sangre en el cuerpo para hacer un
niño. Sólo después de dar a luz, y finalizada la lactancia, empezaba a
menstruar de nuevo. El proceso se repetía hasta que la mujer volvía a quedarse
embarazada o hasta que entraba en la menopausia. El cesamiento de la
menstruación marcaba luego otro cambio fundamental. De nuevo se decía que la
mujer retenía sangre en su cuerpo; sólo que entonces no era para gestar a un
niño, sino para gestar sabiduría. La menopausia marcaba el paso a la tercera
etapa de la vida de una mujer, correspondiente a la luna y la divina feminidad menguante, y era la
iniciación a la etapa de la mujer sabia o anciana..
En
muchas tradiciones indígenas americanas, cuando la mujer dejaba de menstruar,
podía ser elegida para convertirse en madre del clan o incorporarse a la tienda
de las abuelas. La sabiduría adquirida era un valor positivo, y el interés de
la anciana se extendía ahora más allá de su familia para abarcar a todos los
niños y al bienestar de la tribu. En esta clase de sociedades la mujer
postmenopáusica ostentaba claramente un lugar y una posición honorables."
Texto:
Jean Shinoda Bolen - Las diosas de la mujer madura
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